Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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--En todo caso, lo sacaréis al pasillo. A ver, veamos vuestro brazo –el médico se
puso a examinar la herida del zambo, quitándole el torniquete--. Al parecer no hay
ningún nervio lesionado, pues manejáis bien el codo, los dedos y la muñeca –dijo,
palpando las articulaciones de la mano--; sin embargo habrá que aplicaros unos puntos
de sutura.
--¿Sutura?
--Sí, la hermana os costurará la herida y pondrá vuestro brazo en cabestrillo –
dijo, en el momento en el que uno de los enfermeros lo buscaba.
Cuando el zambo iba abandonar el hospital, llevándose el cadáver de Mariano,
apareció en la entrada Eudolinda. La muchacha se hallaba visiblemente compungida.
La visión de todos esos heridos y enfermos, la consternó aún más. Francisco, al
descubrirla en la entrada, sintió que le daba un brinco el corazón. Ni siquiera pudo
terminar de repetir el nombre de Eudolinda, cuando ella ya lo abrazaba con los ojos
llorosos.
--Me dijeron que estabas herido de gravedad –le dijo, con voz entrecortada.
--No tengo nada serio –el zambo--. El que murió fue Mariano.
--¡Mariano! –ella levantó la cabeza, mostrándole sus grandes ojos sorprendidos--
. ¿El que me secuestró?
conciliadora.
compungido.
--Sí, pero pidió perdón por todo lo que hizo –el zambo, sonriendo de manera
--¿Él te hirió?—Eudolinda, le tocó con suavidad el brazo vendado.
--Pienso que su arrepentimiento fue sincero –dijo el zambo por toda respuesta,
Página 276 de 295 La Saga del Esclavo – Adolfo Cáceres Romero