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Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />

continuada repetición <strong>de</strong> acciones, hasta que las sombras <strong>de</strong> la noche disiparon los<br />

varios grupos <strong>de</strong> mis cobar<strong>de</strong>s enemigos en las inmediaciones <strong>de</strong> la Laba, y sin más<br />

<strong>de</strong>sgracias por mi parte, que otro muchacho más, herido gravemente en la cabeza”. Sin<br />

embargo, los “cobar<strong>de</strong>s enemigos” no se habían disipado <strong><strong>de</strong>l</strong> todo. Si bien la noche<br />

borraba su imagen, hombres y animales tropezaban con el suelo áspero y pedregoso,<br />

sintiendo a sus captores cerca <strong>de</strong> los talones. De pronto, ahí <strong><strong>de</strong>l</strong>ante, los jinetes <strong>de</strong><br />

Pueyrredón percibieron varias siluetas oscuras que se <strong>de</strong>slizaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las alturas.<br />

Presas <strong><strong>de</strong>l</strong> terror, apretaron los gatillos <strong>de</strong> sus armas, sin caer en cuenta que podría<br />

tratarse <strong>de</strong> sus propios compañeros. A la luz <strong>de</strong> un refucilo intermitente vieron a uno <strong>de</strong><br />

los arrieros que se sacudía en el suelo, con las últimas convulsiones; tenía el cráneo<br />

<strong>de</strong>strozado por las balas. Otros dos jóvenes cinteños yacían por ahí cerca, acurrucados,<br />

con los cuerpos sangrantes. Temblando <strong>de</strong> sudor y <strong>de</strong> frío, los jinetes los remataron. No<br />

estaban con ánimo <strong>de</strong> arrastrar heridos, menos si se trataba <strong>de</strong> sus propios compañeros.<br />

“De todos modos, la turba habría acabado con ellos”, dijo Roque Quiroga. “Serían las<br />

nueve <strong>de</strong> la noche cuando llegué a la Laba con la tropa, con la incomodidad <strong>de</strong> una<br />

lluvia copiosa como extraordinaria en aquella estación, pero que no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong><br />

consolarme, porque calculaba que ella contribuiría a la total dispersión <strong>de</strong> mis<br />

enemigos, que habían quedado por los cerros inmediatos. Fue sin igual mi <strong>de</strong>sconsuelo,<br />

cuando, <strong>de</strong>seando en aquella dar algún alimento a mis soldados que estaban rendidos<br />

<strong>de</strong> la fatigosa jornada <strong>de</strong> nueve leguas, hechas a pie y en un ataque continuado,<br />

mojados y muertos <strong>de</strong> necesidad, me encontré sin más auxilio que un arroyuelo <strong>de</strong><br />

agua, que la naturaleza había colocado por fuerza en aquel lugar, porque la gran<strong>de</strong><br />

casa <strong>de</strong> la Laba y algunos ranchos inmediatos a ella habían sido abandonados <strong>de</strong> sus<br />

dueños, <strong>de</strong> modo que fue preciso acostarnos para engañar con el sueño nuestra común<br />

Página 260 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero

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