Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />
cabellos <strong><strong>de</strong>l</strong> zambo; no estaba en condiciones <strong>de</strong> dominar su cuerpo. “¡Doctor, doctor,<br />
no sé qué le pasa!”, gritó el zambo, buscando al médico, mientras la mente <strong><strong>de</strong>l</strong> enfermo<br />
se hundía en las tinieblas. “¡Padre!”, se le abrazó el zambo y, al levantar la cabeza, se<br />
encontró con la mirada angustiosa <strong><strong>de</strong>l</strong> Maestre. Eran los mismos ojos que le pedían<br />
ayuda. “¡No sufráis más. No sufráis más!”Los ojos fijos en él, en el zambo que tomó el<br />
cuchillo. “¡Acabad, por Dios!”, y el brillo acerado se hundió en el cuerpo <strong><strong>de</strong>l</strong> anciano.<br />
El zambo se apartó bruscamente <strong><strong>de</strong>l</strong> lecho. El padre Aldana, rígido y con las pupilas<br />
repentinamente cerradas, había lanzado su último estertor. El zambo, al huir, tropezó<br />
con el médico que se acercaba a tomar el pulso <strong>de</strong> su paciente; la Parca había concluido<br />
su misión. El índice y el pulgar <strong><strong>de</strong>l</strong> médico levantaron un párpado <strong><strong>de</strong>l</strong> enfermo, para<br />
confirmar que la luz <strong>de</strong> esa vida se había extinguido; luego, le cubrió el rostro con la<br />
sábana. El zambo, espantado, al salir por los corredores, sintió que un escalofrío le<br />
transitaba por todo el cuerpo, similar al que lo sacudiera en la tienda <strong>de</strong> su amo. En la<br />
celda, fray Tomás, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esbozar la señal <strong>de</strong> la cruz sobre el difunto sacerdote,<br />
<strong>de</strong>scorrió la cortina <strong>de</strong> la ventana y levantando la sábana <strong>de</strong>positó el crucifijo en las<br />
manos entrelazadas con el rosario. Las pupilas <strong><strong>de</strong>l</strong> padre Aldana, que habían quedado<br />
fijas en el vacío luego que el médico las observara, porfiaban por abrirse al mundo. El<br />
doctor Romero, con el rostro adusto, antes <strong>de</strong> abandonar el aposento le apretó los<br />
párpados hasta cerrarlos completamente.<br />
Al <strong>de</strong>jar el convento, pasado el <strong>mediodía</strong>, el zambo escuchó el suave tañido <strong>de</strong><br />
las campanas <strong>de</strong> San Francisco; pronto, como si se <strong>de</strong>satara un coro celestial, la ciudad<br />
fue inundada por otros tañidos similares. Arrasado en lágrimas, el zambo se puso a<br />
<strong>de</strong>ambular por las calles <strong>de</strong> la ciudad.<br />
Página 128 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero