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Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />

Al cabo <strong>de</strong> unos días, no faltó alguien que le diera una ofrenda en especies<br />

alimenticias o le entregara su diezmo en dinero, y que luego otros hicieran lo mismo, <strong>de</strong><br />

tal suerte que él, el zambo, <strong>de</strong>scubría que con esa actitud ellos lo habían comprometido<br />

mucho más <strong>de</strong> lo que pensaba para esa labor <strong>de</strong> apostolado. “¡Oh gracias, Señor!”, a<br />

pesar <strong>de</strong> todo, encontraba que esa labor no era nada <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñable. “¿Es lo que quieres<br />

que haga”, preguntaba, alzando los ojos al infinito, como ya lo había hecho en otras<br />

oportunida<strong>de</strong>s. Y ahí estaban esos hombres y mujeres que lo necesitaban para<br />

encaminar sus vidas. “¡Oh, Señor! ¿Quién soy?” También los niños llenaban el<br />

socavón con sus risas y gritos. “¿Podré ser un digno servidor tuyo?” “¿Estoy<br />

redimido?” Sí, sí, <strong>de</strong> pronto comprendía que era un obrero <strong><strong>de</strong>l</strong> Señor; “¿Pero, Señor,<br />

cómo eliges la escoria para servirte?” Entonces, recordando al Moisés bíblico, que<br />

también había matado a un hombre; a Dimas, el buen ladrón, y a María Magdalena, la<br />

pecadora, y a San Agustín... y a Saulo o Pablo que les había dicho a los corintios: “y lo<br />

vil <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para hacer lo que es”,<br />

se <strong>de</strong>cidió por llevar a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante esa nueva vida, repartiendo los diezmos y ofrendas entre<br />

los pobres, hasta que un día apareció el beneficiador Chumito, reclamándole su<br />

compromiso con el trabajo que habían acordado realizar. El zambo se excusó por tal<br />

<strong>de</strong>scuido y le pidió un tiempo más <strong>de</strong> espera, mientras se curaba el brazo y atendía a los<br />

menesterosos que acudían al socavón. Pero el caso era que cada vez estaba más<br />

concentrado en el servicio que les prestaba, al extremo que, por las noches, había<br />

disminuido sus horas <strong>de</strong> sueño, teniendo en cuenta que varias <strong>de</strong> esas personas se<br />

habían quedado a vivir con él. Pronto los coros se <strong>de</strong>jaron escuchar otra vez y fue como<br />

si repicaran las campanas <strong>de</strong> un templo para que la hermandad volviera a formarse en el<br />

socavón.<br />

Página 289 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero

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