Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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joven alférez, los iba socorriendo con la provisión de pólvora, balas y agua; lo hacía
trabajosamente, sin que el humo, que le irritaba los ojos y la garganta, menguara su
entereza. Rostros tiznados, avanzaba el enemigo arengando: “¡Por España y
Fernando!” “¡Mueran los porteños!”
--¡Ya están aquí, preparad las picas y las lanzas! –volvió a gritar Zamudio,
tratando de ubicar a los húsares que se habían replegado. El comandante de esas fuerzas
de infantería había sido convocado por Castelli y Balcarce a una reunión de
emergencia, cuando lo que urgía era repeler en el acto la arremetida de las fuerzas
enemigas.
--¡Por España y nuestro rey Fernando! –tremolaban los estandartes realistas, en
una gritería que se hizo general, junto a los clarines de ataque; fila tras fila, los
fogonazos parecían interminables. Sin que nadie lo ordenara, los hombres de Castelli
emprendieron la retirada, en desbande. Ahí ya nada se podía hacer, sino huir. Los gritos,
clarines y tambores realistas lanzaban al aire su pregón de triunfo.
Dos días después del ataque, Castelli, recluido en una quebrada cercana al
poblado de Macha, junto a su secretario Nicolás Rodríguez Peña y el médico inglés
Diego Paroissien, redactaba sus notas en base a las cuales procuraba explicar,
detalladamente, la razón de su derrota, a la Junta de Buenos Aires. Según colegía, el
principal culpable era Balcarce, como estratega y militar; él, en cambio, como hombre
de leyes, no era más que un delegado que representaba a dicha Junta; en tal sentido sus
actos político-administrativos, tanto en Potosí, Chuquisaca y La Paz, habían sido
exitosos. Ahora... bueno, las cosas habían cambiado radicalmente; para empezar,
estaban huyendo a través de esas serranías, y no sabía si aún continuaban en las
inmediaciones de Guaqui o se hallaban en las cercanías de otro poblado. Confundido
Página 149 de 295 La Saga del Esclavo – Adolfo Cáceres Romero