Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />
había sufrido y su horrenda muerte; y lo que todavía no podía concebir era que en todo<br />
ello estuviera implicado precisamente él, el zambo, que ahora parecía ser otra persona,<br />
ajena a esos hechos. Des<strong>de</strong> luego que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo que presenciara en el socavón <strong>de</strong> los<br />
carismáticos, se podía explicar el cambio <strong>de</strong> personas que, como el zambo, anhelaban<br />
redimirse <strong>de</strong> toda culpa; entonces Eudolinda se preguntaba ¿Cuánto había cambiado<br />
realmente el zambo? ¿Era el mismo hombre que había conocido antes <strong>de</strong> la muerte <strong><strong>de</strong>l</strong><br />
Maestre? El milagro <strong><strong>de</strong>l</strong> que ella fuera testigo no sólo consistía en que a Constancio se<br />
le hubiera <strong>de</strong>vuelto la vista, sino que a este hombre, al que ya se lo daba por perdido,<br />
también se lo hubiera reintegrado a su hogar, junto a Elvira. Verlos marchar ahí <strong><strong>de</strong>l</strong>ante,<br />
cogidos <strong><strong>de</strong>l</strong> brazo, lo compensaba todo. “Si yo pudiera”, Eudolinda miraba el semblante<br />
iluminado <strong><strong>de</strong>l</strong> zambo, y no podía creer que él hubiera sido capaz <strong>de</strong> cometer crimen<br />
alguno. Escuchaba sus palabras que sonaban como los versos que antes le leyera, a<br />
veces estando ambos con las manos entrelazadas. Nunca había sentido tanta confianza y<br />
ternura en él –ni cuando le leía los versos-- como ahora que lo tenía otra vez a su lado.<br />
Aunque no se lo había confesado, ella intuía que el zambo aún la amaba. “Si pudiera”.<br />
Tenía la intención <strong>de</strong> apoyar su brazo con la misma confianza con que lo hacía Elvira<br />
con su esposo, pero algo se lo impedía. Eudolinda bajó la vista, en tanto el zambo<br />
Francisco le comentaba tan pronto acerca <strong>de</strong> las sabias enseñanzas <strong><strong>de</strong>l</strong> padre Aldana,<br />
como <strong>de</strong> las lecturas que tuvo en el convento <strong>de</strong> los franciscanos, y <strong>de</strong> cómo se <strong>de</strong>cidió a<br />
salir al mundo; iba a confesarle que también había abandonado el convento para estar,<br />
como ahora, a su lado, sintiéndola próxima a su <strong>de</strong>stino, pero se calló, y más bien le<br />
habló <strong>de</strong> lo maravillosa que era la vida junto a la compañera que Dios había dispuesto<br />
para uno, como ocurría con Elvira y Constancio; luego se refirió a su encuentro con los<br />
carismáticos y <strong>de</strong> cómo se había enterado que el maestro Moisés se disponía a partir<br />
hacia otros lugares, don<strong>de</strong> probablemente se requería <strong>de</strong> su presencia. Al parecer se<br />
Página 244 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero