Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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fúnebres, el cadáver de Sanz fue conducido nuevamente al lugar de donde se lo
exhumara; con igual o mayor pompa que la del día anterior. Tres días después se
procedió de la misma manera con los restos mortales de Vicente Nieto, para ser
conducidos a la ciudad de La Plata, donde se le dispensaron los mismos honores que a
Sanz.
Así, pocos días después, tanto las personalidades eclesiásticas que visitaron la
ciudad como los hombres de ese victorioso ejército, se pusieron en marcha hacia
Chuquisaca, presididos por el ilustrísimo Arzobispo y el general Goyeneche, quien
había designado a la Villa Imperial de Potosí la base de sus futuras operaciones,
llevándose junto a las siete mulas recuperadas, toda la plata labrada que se hallaba en la
Catedral, como también lo haría después en Chuquisaca, quedándose solamente los
blandones con los canónigos. Tanto el Arzobispo como el cuerpo eclesiástico
consintieron ese despojo, a excepción de un canónigo vizcaíno, de apellido Areta, que
no quiso firmar el acta que se había elaborado para tal efecto. Al paso de los días, los
potosinos que se lamentaban por la expoliación que habían sufrido, recibieron la noticia
de que los porteños preparaban una nueva fuerza expedicionaria con destino a la villa,
al mando del general Manuel Belgrano.
Cochabamba, 1991 – 2004.
Página 295 de 295 La Saga del Esclavo – Adolfo Cáceres Romero