Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />
Anochecer <strong><strong>de</strong>l</strong> miércoles 26 <strong>de</strong> diciembre, <strong>1810</strong>:<br />
La inmensa cúpula <strong>de</strong> la noche iba creciendo, sin luna ni estrellas, como<br />
negándole acceso al lento carruaje. Al fondo, en la casona, alguien encendió una luz,<br />
que a Pedro se le presentó como una centelleante guía <strong><strong>de</strong>l</strong> camino. “Debe ser <strong>de</strong> un<br />
mo<strong>de</strong>rno quinqué”, se dijo, al ver cómo les lanzaba una intensa lumbre solitaria que,<br />
infelizmente, sólo duró unos minutos, hasta que cerraron las puertas y ventanas <strong>de</strong> la<br />
casona. Poco a poco los ojos <strong>de</strong> Pedro se iban habituando a ese ámbito <strong>de</strong> sombras. El<br />
panorama no era muy acogedor. Más allá <strong>de</strong> la casona, al otro lado, colindante con un<br />
huerto enorme, en la hacienda <strong><strong>de</strong>l</strong> beneficiador Chumito, Gory, mezcla <strong>de</strong> sabueso<br />
irlandés con bullenbeiser alemán, que en España era llamado “perro <strong>de</strong> toro”, estiró el<br />
hocico carroñero, mientras se le erizaba el pelaje ceniciento; erectas las orejas, tendidas<br />
hacia la noche, intentaba i<strong>de</strong>ntificar su nueva presa; a su lado Castalia, su madre y<br />
compañera, también <strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong> los bullenbeiser, advirtiendo la tensa posición <strong>de</strong><br />
Gory, quiso ladrar, pero se reprimió con un gruñido. Algo avanzaba lentamente hacia<br />
su territorio, podía ser su alimento. Ambos animales se hallaban hambrientos. Los días<br />
lluviosos y el frío reinante, habían hecho que escasearan las presas que cazaban.<br />
Pedro sentía que los ojos se le cerraban, más aún al tener perdida la lumbre <strong>de</strong> la<br />
casona, en esa noche que a ratos se le hacía tenebrosa; por los sacudones <strong><strong>de</strong>l</strong> carruaje se<br />
dio cuenta que había perdido las huellas <strong><strong>de</strong>l</strong> camino. “¡Eh, qué pasa Pedro!”, le gritó<br />
Antonio, “¿Quieres que te releve?” “¡No, no, todo está bien!”, le respondió a su<br />
hermano, preocupado por no haber podido evitar llamar la atención <strong><strong>de</strong>l</strong> resto <strong>de</strong> sus<br />
ocupantes que, a raíz <strong><strong>de</strong>l</strong> sacudón, había interrumpido el sueño. Las irregularida<strong>de</strong>s<br />
<strong><strong>de</strong>l</strong> suelo, lleno <strong>de</strong> baches y pedregones, estuvieron a punto <strong>de</strong> volcar el coche, por<br />
Página 81 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero