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Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />

parpa<strong>de</strong>o luminoso. Se avecinaba la tormenta arrastrando espesos nubarrones. El viento<br />

laceraba las carnes con su gélido aliento, al igual que las piedras que arrojaban los<br />

indios con sus hondas. Espantadas las mulas, dislocaban la or<strong>de</strong>nada hilera <strong>de</strong> su<br />

marcha. Se encabritaban y giraban sobre sus adoloridos cascos sin herraduras,<br />

exhalando ahogados relinchos. Algunas caían, quebradas las patas, pero siempre habían<br />

otras bestias que pudieran llevar su valioso cargamento. La caravana avanzaba con<br />

dificultad, por sendas poco <strong>de</strong>finidas. Había que acortar el camino hacia Laba. En medio<br />

<strong>de</strong> estrechos y tortuosos <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ros, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto, indios y mineros les lanzaban<br />

hondazos y pedregones. Hombres y animales, asustados, se arremolinaban sin encontrar<br />

una rápida salida. “¡Por aquí, carajo!”, gritó el comisionado Roque Quiroga, señalando<br />

un recodo que podría guarecerlos <strong>de</strong> los hondazos, momentáneamente. Pueyrredón y sus<br />

jinetes <strong>de</strong> alto mando clavaban las espuelas en los ijares <strong>de</strong> sus inquietas cabalgaduras.<br />

“¡Fuego! ¡Fuego!”, la ronca voz <strong>de</strong> Pueyrredón apenas se hacía audible, con el viento<br />

que la disolvía. Intentaban salir <strong>de</strong> esa trampa a como diera lugar, disparando a cuanto<br />

sombra se movía frente a ellos. La chusma bramaba tras sus huellas. “La esperé <strong>de</strong><br />

nuevo y la escarmenté como la vez primera, con sólo la <strong>de</strong>sgracia <strong><strong>de</strong>l</strong> alférez don<br />

Gaspar Burgos, que salió contuso en una mano <strong>de</strong> un golpe <strong>de</strong> honda, <strong>de</strong> que ya está<br />

sano. Repetí mi operación <strong>de</strong> marchar, y aquella maldita chusma, con la facilidad <strong>de</strong><br />

gamos se dispersó por los cerros para reunirse en la misma cima, luego que observaba<br />

mis espaldas, me atacaba por tercera vez para ser rechazada como las anteriores, pero<br />

en esta tuve la <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> que mi ayudante graduado, don Ignacio Orgás, recibiese<br />

un balazo en la cabeza, <strong>de</strong> que me aseguran haber muerto ya en Tarija, a don<strong>de</strong> pu<strong>de</strong><br />

hacerlo llegar a favor <strong><strong>de</strong>l</strong> más prolijo y humano cuidado <strong><strong>de</strong>l</strong> físico don Diego<br />

Paroissen, y sin haberlo podido <strong>de</strong>jar hasta aquella villa, porque en todas partes<br />

quedaba entre enemigos y era cierto su sacrificio. Así seguí por todo el día en esa<br />

Página <strong>25</strong>9 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero

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