Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />
El general Balcarce marchaba taciturno, seguido <strong>de</strong> una tropa exhausta y<br />
dispersa. Todos se <strong>de</strong>splazaban a pie, pues los dos únicos caballos que le quedaban<br />
también se los habían llevado los <strong>de</strong>sertores. Nunca se había imaginado que una <strong>de</strong>rrota<br />
pesara tanto en su vida. No era la primera, pero ésta parecía haber acabado en un<br />
<strong>de</strong>sastre no sólo <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n militar, sino que, como persona, se sentía profundamente<br />
angustiado, luego <strong>de</strong> ver los cadáveres <strong>de</strong> sus hombres pasados a <strong>de</strong>güello, y a sus<br />
heridos sin auxilio alguno; así le resultaba imposible continuar con sus proyectos<br />
libertarios, no al menos con los hombres que ahora iba recolectando en su trayecto al<br />
sur, sin saber a ciencia cierta en qué lugar podría reorganizar sus fuerzas. Guardaba en<br />
el bolsillo <strong><strong>de</strong>l</strong> pecho el oficio que había escrito a la Junta Provincial <strong>de</strong> <strong>Potosí</strong>, en<br />
respuesta a una misiva llena <strong>de</strong> esperanza y fi<strong><strong>de</strong>l</strong>idad para la causa libertaria;<br />
sentimiento patriótico que le producía, en vez <strong>de</strong> un natural sosiego y confianza en el<br />
futuro, una honda frustración al no haber podido respon<strong>de</strong>r a los esfuerzos y<br />
expectativas <strong>de</strong>positados en su capacidad <strong>de</strong> mando. Le faltaba redactar algunos puntos<br />
que consi<strong>de</strong>raba importantes en su respuesta y, así que llegaran a una posta, la<br />
concluiría y enviaría a su <strong>de</strong>stino. Nada le había salido bien para contener las<br />
arremetidas <strong>de</strong> Goyeneche. Quizá porque casi siempre estaba pendiente <strong>de</strong> las<br />
<strong>de</strong>cisiones <strong><strong>de</strong>l</strong> doctor Castelli, quien constantemente se inmiscuía en los asuntos <strong>de</strong><br />
or<strong>de</strong>n militar, por cuanto inclusive se había arrogado la facultad <strong>de</strong> <strong>de</strong>cidir la<br />
incorporación <strong>de</strong> los nuevos efectivos, sin consi<strong>de</strong>rar su proce<strong>de</strong>ncia ni condición. No<br />
eran soldados ni lo serían nunca. Balcarce lo supo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo, por cuanto no<br />
estaban preparados para obe<strong>de</strong>cer ór<strong>de</strong>nes. Para un buen soldado --según cualquier jefe<br />
militar-- la disciplina era fuente <strong>de</strong> victoria; pensaba que esos hombres no eran otra<br />
cosa que malhechores que habían buscado refugio e impunidad al amparo <strong>de</strong> sus tropas.<br />
“Mis fuerzas, sí eran cosa distinta”, pensó orgulloso <strong>de</strong> la capacidad <strong>de</strong> lucha <strong>de</strong> los<br />
Página 172 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero