Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />
Pedro, caído en el suelo, buscaba a tientas el látigo, sin po<strong>de</strong>r encontrarlo;<br />
súbitamente iluminada por un relámpago, <strong>de</strong>scubrió la sombra <strong>de</strong> Eudolinda. No estaba<br />
sola, pues <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ella una mancha negra se le aproximaba, con cautela. “¡Eudolinda!<br />
¡Ten cuidado por <strong>de</strong>trás!”, gritó. Antonio, que se hallaba cerca, sintió un gran alivio al<br />
escuchar la voz <strong>de</strong> su hermano; pero ahora quien corría peligro era Eudolinda, así que<br />
intentó sacar la navaja que siempre llevaba consigo. No estaba en ninguno <strong>de</strong> sus<br />
bolsillos; probablemente lo habría <strong>de</strong>jado en el interior <strong><strong>de</strong>l</strong> coche. “¡Maldición!”,<br />
exclamó y fue a buscarla. Isabel, en un rincón, gemía, repitiendo: “¡No <strong>de</strong>jará que<br />
volvamos a casa!” “Ama, <strong>de</strong>scansad, por amor a Dios. Todo va a salir bien”, Antonio,<br />
revolviendo las bolsas. “¡Qué es lo que haces!”, Isabel. “Busco una navaja”, Antonio.<br />
De pronto surgieron los gritos <strong>de</strong> Eudolinda, que golpeaba el portón <strong>de</strong> la casona,<br />
pidiendo auxilio. Antonio se dio vuelta hacia la parte trasera <strong><strong>de</strong>l</strong> coche, en procura <strong>de</strong><br />
encontrar a la mula cojitranca, don<strong>de</strong> podían estar los cuchillos <strong>de</strong> cocina; sin embargo,<br />
tropezó con el cuerpo caído <strong><strong>de</strong>l</strong> animal. Castalia le había <strong>de</strong>sollado el hocico; la mula se<br />
<strong>de</strong>sangraba. La perra, tan pronto como se percató <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong> Antonio, se<br />
agazapó, dispuesta a lanzársele encima. “¡No <strong>de</strong>jará!”, apareció Isabel, con un largo<br />
cuchillo en la mano. “Volved al coche, mi ama”, Antonio la apartó <strong>de</strong> ahí,<br />
cuidadosamente, quitándole el arma. Castalia, al percatarse <strong><strong>de</strong>l</strong> peligro que significaba<br />
ese brillo acerado, <strong>de</strong>sapareció. Cuando Gory iba a alcanzar a Eudolinda, Pedro, que<br />
había corrido en auxilio <strong>de</strong> la muchacha, se abalanzó contra ese bulto peludo y mojado,<br />
y ambos rodaron por el fango. Antes <strong>de</strong> que Gory lo mordiera, Pedro le arrojó unos<br />
pedregones, arañando el barro y todo lo que encontraban sus manos, hasta que el animal<br />
se vio forzado a huir. Entre tanto los caballos, perdidos en las tinieblas <strong>de</strong> la noche,<br />
arrastraron la vara y las <strong>de</strong>shechas ruedas <strong><strong>de</strong>l</strong>anteras <strong><strong>de</strong>l</strong> coche hasta caer, mortalmente<br />
Página 89 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero