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Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />

inclinaba la cabeza para oír las palabras <strong>de</strong> Mariano. “Al norte”, le respondió el minero.<br />

“¡Vamos!”, le dijo al muchacho, más tranquilo. Pueyrredón había tomado camino al sur.<br />

“¡Francisco!”: apenas en un susurro le llegó la voz <strong>de</strong> Mariano. En sus balbucientes<br />

labios, un coágulo parecía impedir la salida <strong>de</strong> las palabras que se filtraban a través <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

espeso telón <strong>de</strong> sus mostachos. “¡Perdóname!”, concluyó <strong>de</strong>spués, cerrando los ojos.<br />

Ya era cerca <strong><strong>de</strong>l</strong> medio día, el zambo Francisco, con ayuda <strong><strong>de</strong>l</strong> muchacho,<br />

atravesó la plaza Mayor, conduciendo el cuerpo malherido <strong>de</strong> Mariano hacia el<br />

hospital <strong>de</strong> San Juan <strong>de</strong> Dios, que afortunadamente ya se hallaba por ahí cerca. El tapón<br />

que le había puesto en la herida se había empapado en sangre a medio coagular;<br />

Mariano ya no se quejaba, 0tenía la mirada perdida. “¡No te mueras, por Dios!”, le gritó<br />

el zambo. “Pero ya está muerto”, dijo el muchacho, que iba por <strong>de</strong>trás, sujetando los<br />

pies <strong><strong>de</strong>l</strong> herido. “No, no, todavía vive”, el zambo, sangrándole el brazo. “¡Está<br />

muerto!”, el muchacho soltó la parte que cargaba y se marchó, asustado. ¡Oh, la Parca<br />

siempre amedrenta a quienes se le aproximan! El zambo lo miraba alejarse, impotente.<br />

“¡No pue<strong>de</strong> ser!”, apoyó su oído en el pecho <strong>de</strong> Mariano. Tenía la sensación <strong>de</strong> que ese<br />

corazón continuaba latiendo. Quiso llamar al muchacho y se encontró solo; hasta la<br />

gente que también cargaba con sus heridos, rumbo al hospital, había <strong>de</strong>saparecido.<br />

Entonces, aguantando el dolor <strong>de</strong> su brazo que volvía a sangrar, cargó el cuerpo <strong>de</strong><br />

Mariano.<br />

--¿Sientes Mariano, el sabor <strong><strong>de</strong>l</strong> pan? –le dijo, consternado-- Por aquí <strong>de</strong>be haber<br />

una pana<strong>de</strong>ría. El pan es vida, Mariano. ¿Recuerdas cuando nos encontrábamos en la<br />

pana<strong>de</strong>ría <strong>de</strong> Inugaucho? Nos bastaba con el olor para hartarnos, pero, a veces, tú<br />

lograbas distraer al pana<strong>de</strong>ro algunas piezas, entonces disfrutábamos <strong><strong>de</strong>l</strong> sabor <strong><strong>de</strong>l</strong> pan<br />

Página 272 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero

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