Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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Resulta que una tarde calurosa, el capitán de húsares de apellido Ontiveros,
descansaba recostado bajo la sombra de un árbol, en las márgenes del río Wasamayu,
de aguas tranquilas y cristalinas. Ahí cerca, entre unos matorrales, luego de bañarse,
conversaban el subteniente Rovira y dos de sus camaradas, a quienes el joven oficial les
contaba sus relaciones amorosas con dos bellas damas chuquisaqueñas; el capitán, que
en materia de mujeres se consideraba irresistible, decidió darle una lección al vanidoso
militar, presentándose ante él sorpresivamente; el subteniente, al descubrir que ese
superior había escuchado sus alardes, se quedó turbado, cuadrándose militarmente.
--¿Con que tenemos un Don Juan, eh? –dijo el capitán Ontiveros, sonriendo.
--No, mi capitán –respondió avergonzado el subteniente Rovira.
--Lo que aquí precisamos no son seductores ni mujeriegos, sino hombres
valientes –salió el reproche de labios del capitán.
--En cuanto a coraje y valentía, nunca creo haber faltado, mi capitán –el
subteniente se había puesto serio al dar su respuesta.
amor propio.
--¿Podríais probarlo? –sonrió el capitán.
--Dónde sea y cuándo sea, mi capitán –respondió el subteniente, tocado en su
--Resulta que el subteniente José María Corrales también piensa como vos. Sería
bueno que os batierais para ver cuál de los dos es más valiente –repuso el capitán,
seguro de que el subteniente Rovira presentaría cualquier excusa para salir del lance,
por cuanto Corrales tenía fama de ser un experto duelista que ya había despachado a
varios de sus contrincantes, con pistola o con sable.
--Cuándo él esté dispuesto, mi capitán –respondió Rovira.
Página 79 de 295 La Saga del Esclavo – Adolfo Cáceres Romero