Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />
ahí podrían aparecer otras personas , se tranquilizó y le dijo que lo que tenían entre<br />
manos era una verda<strong>de</strong>ra fortuna en oro y plata y que bien podían compartirla entre los<br />
tres. “¡No, no; imposible!”, el zambo se opuso terminantemente a cualquier transacción<br />
que no implicara la restitución <strong>de</strong> esos bienes a la Casa <strong>de</strong> la Moneda. “¿Te das cuenta<br />
<strong>de</strong> lo que nos pi<strong>de</strong>s?”, se le aproximó Mariano. “Lo que sacamos <strong><strong>de</strong>l</strong> almacén <strong><strong>de</strong>l</strong><br />
Maestre no pue<strong>de</strong> compararse con esto”, repuso luego. ¡El almacén! El zambo no supo<br />
qué respon<strong>de</strong>r. ¿Todavía lo consi<strong>de</strong>raban su compinche? Después <strong>de</strong> todo la i<strong>de</strong>a <strong><strong>de</strong>l</strong><br />
robo había sido suya. ¡Oh, Dios! No volvería a caer en nuevas tentaciones. “No<br />
permitiré que se lleven esas mulas”, dijo, resueltamente. “¿Ah, no?”, Altamirano<br />
acarició el guardamano <strong>de</strong> su sable. “No se llevarán nada”, repitió el zambo. Entonces,<br />
Juan y Mariano no tuvieron otro recurso que sacar sus armas, dispuestos a acabar con la<br />
vida <strong><strong>de</strong>l</strong> zambo. “¡Iluso, lanza tus avemarías y apréstate a morir!”, le espetó Altamirano,<br />
casi bufando, con la uña afilada como una navaja; en la otra mano blandía la espada; su<br />
voz sonaba ronca, furiosa. De rato en rato giraba la muñeca, con el pulgar en alto; la<br />
uña, aunque quebrada, todavía infundía temor. Mariano, igualmente con el sable<br />
<strong>de</strong>senvainado, le pidió al zambo que se apartara y les <strong>de</strong>jara el paso libre. Ninguno <strong>de</strong><br />
los dos estaba dispuesto a per<strong>de</strong>r la oportunidad <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> la miserable vida que<br />
llevaban. Y así se encontraron otra vez frente a frente los protagonistas <strong>de</strong> la muerte<br />
<strong><strong>de</strong>l</strong> Maestre; sólo que ahora las circunstancias eran diferentes. El zambo ya no les temía;<br />
aunque no usaría la violencia para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse, estaba seguro <strong>de</strong> rendirlos con la<br />
contun<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> sus argumentos. ¡Ay, zambo esclavo! Te habías ubicado en la entrada<br />
<strong>de</strong> la puerta estrecha y, para transponerla <strong>de</strong> una vez, <strong>de</strong>bías probar cuán fuerte era tu<br />
intención <strong>de</strong> redimir a esos hombres. Ya no les temías y, por ello mismo, consi<strong>de</strong>rabas<br />
que, estando dispuesto a enfrentarlos, podrías abrir sus corazones, aún cuando ese<br />
intento te costara la vida.<br />
Página <strong>25</strong>6 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero