Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />
conseguido un resultado positivo; “vendrá mi socorro”. No se atrevía a pensar qué<br />
otras cosas más le esperaban en la convulsionada villa, teniendo, para mal <strong>de</strong> sus<br />
pesares, a su esposo tan lejos. “Ama, pronto estaremos en un lugar más poblado”, le dijo<br />
Pedro, tratando <strong>de</strong> animarla, recostado en el otro extremo <strong><strong>de</strong>l</strong> landó. Tenía las manos<br />
llagadas y apenas podía sostener el pan que mascaba. “No es el trayecto lo que me<br />
preocupa”, respondió Isabel, esbozando una sonrisa consoladora, “sino lo que ya no<br />
tendré más en casa”.<br />
El coche había hecho un tramo <strong>de</strong>masiado largo para su capacidad <strong>de</strong><br />
resistencia, por lo que la vara y el crujiente ma<strong>de</strong>ramen que sostenían los ejes apenas<br />
habían resistido las últimas subidas que hubieron <strong>de</strong> vencer con gran dificultad. Esto,<br />
con el paso <strong>de</strong> las horas, se había hecho mortificante para Isabel; es <strong>de</strong>cir, le resultaba<br />
mortificante ver cómo esos dos muchachos, con las manos sangrantes, hacían lo posible<br />
por que el coche continuara en pie; en tanto ella, postrada entre los almohadones que le<br />
amortiguaban los golpes y sacudones, no podía ni apearse para aliviarles el trabajo;<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego que ellos, Pedro y Antonio, al igual que Eudolinda, realizaban ese esfuerzo<br />
<strong>de</strong> buen ánimo, y no sólo en consi<strong>de</strong>ración a su estado <strong>de</strong> gravi<strong>de</strong>z, sino porque ellos<br />
siempre habían sido voluntariosos tanto con su ama como con el Maestre; a ratos,<br />
Isabel se encontraba a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>sfallecer, con ganas <strong>de</strong> pedirles un alto en el camino,<br />
pero no se animaba a hacerlo, por cuanto estaba segura <strong>de</strong> que en ese ambiente húmedo<br />
y frío había algo que mero<strong>de</strong>aba, algo que ella consi<strong>de</strong>raba mucho más aflictivo<br />
todavía, quizá precisamente porque no podía explicarlo, y que ella, como mujer y<br />
madre, tan sensible como se hallaba, percibía que estaba ahí, latente, cerca suyo, tal vez<br />
como resultado <strong>de</strong> esa atmósfera <strong>de</strong> soldados y pólvora que implicaba el imperio <strong>de</strong> la<br />
violencia y <strong>de</strong> la muerte, y no sólo por lo que le hubiera ocurrido a su padre o a las<br />
Página 68 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero