13.05.2013 Views

Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />

petulante mirada <strong>de</strong> Juan Altamirano. “¡Oh, mi Señor alabado y bendito!” Bien<br />

comprendía que la entrega a Dios, consistía en darse a los <strong>de</strong>más, sean quienes fueran,<br />

así se tratara <strong><strong>de</strong>l</strong> ser más odiado. En su caso, <strong>de</strong> Juan Altamirano o Mariano Ventura.<br />

¿Podría amarlos? Dudaba. ¡Oh, Dios, dudaba! Y si dudaba era porque no estaba<br />

preparado para ese amor, ¿o para todo amor?; entonces volvió, insistió en la evocación<br />

que lo emocionaba y elevaba por encima <strong>de</strong> sus frustraciones. Volvió al contacto <strong>de</strong> las<br />

manos <strong>de</strong> Eudolinda; único, inolvidable, gratificante regocijo. “Es la criatura que Dios<br />

me dio para alegrar mi vida”, se dijo y volvió --a pesar <strong>de</strong> los porfiados ojos <strong>de</strong> Juan<br />

Altamirano--, al calor <strong>de</strong> la joven, a su mirada risueña, atrapada por los versos que<br />

salían <strong>de</strong> los labios <strong><strong>de</strong>l</strong> esclavo; las manos fundidas en un solo aliento, cálido. Volvió al<br />

más dulce y grato <strong>de</strong> sus recuerdos. ¡Oh, las manos! Las sentía entrelazadas hasta la<br />

eternidad. Era... ¡Oh, Dios! Si pudiera acce<strong>de</strong>r al esfuerzo que implicaba la posibilidad<br />

<strong>de</strong> aproximarse a la efusión espiritual que transmitía la voz <strong><strong>de</strong>l</strong> padre Aldana,<br />

especialmente cuando le hablaba <strong><strong>de</strong>l</strong> amor <strong>de</strong> los místicos cuyos escritos citaba<br />

constantemente; si pudiera escucharlo <strong>de</strong> nuevo...; sin embargo, a raíz <strong>de</strong> la lectura <strong>de</strong><br />

alguno <strong>de</strong> esos místicos también le había surgido la duda respecto al dolor: Alguien<br />

pensaba que al cristiano no le era lícito sufrir o buscar el dolor, siendo así que ya fue<br />

redimido por el dolor y la sangre <strong>de</strong> Cristo. “Redimido, estando en gracia”. ¿Qué era la<br />

Gracia, sino un don divino, gratuito, otorgado por amor? Y para ello, para estar en<br />

Gracia, sólo bastaba creer en Cristo Jesús, quien soportó las peores vejaciones, antes <strong>de</strong><br />

ser crucificado como un <strong><strong>de</strong>l</strong>incuente, por amor a los <strong>de</strong>más, inclusive a los que le hacían<br />

daño. “Ese es el amor que <strong>de</strong>bes buscar, Francisco”: era la voz <strong><strong>de</strong>l</strong> padre Aldana que<br />

había vuelto a su memoria. A<strong>de</strong>más le había dicho que el amor y el dolor eran cantados<br />

en himnos celestiales por una legión <strong>de</strong> santos y artistas. Esa referencia le parecía al<br />

zambo contun<strong>de</strong>nte y <strong>de</strong>finitiva para tomarla en consi<strong>de</strong>ración. Cerró la Biblia y luego<br />

Página 188 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!