Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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Juan Altamirano también llevaba otra sortija y abultados los bolsillos, de uno de los
cuales colgaba un hilo dorado. La intrépida mujer le arrancó los retazos de lana, el uno
azul y el otro Columbia de Nápoles, preguntándole: “¿De dónde es esto?” A lo que Juan
apenas pudo responderle: “Son retazos de mi padre, para hacer libreas de danzante”. Y
así, acosados por las preguntas de la chola, Juan y Mariano salieron precipitadamente a
la calle; yo les seguí poco después, para vagar sin rumbo fijo.
--¿Fue éste el instrumento que usaste para dar muerte a tu amo? –el Alguacil
depositó el largo cuchillo en la mesa. El zambo, al reconocer el arma que tuvo en sus
manos, asintió, cerrando los ojos.
--Bueno, ya atraparemos a los otros –dijo el Alguacil, haciendo una señal a los
oficiales para que engrillaran al zambo. El Justicia Mayor secó la tinta de su escrito con
unos polvos, y enseguida llamó a otro declarante.
Al cabo de casi tres horas de estar interrogando a los sirvientes, familiares y
vecinos de la casa del Maestre, el Regidor y el Justicia Mayor fueron los primeros en
salir a la luz de la tarde que declinaba. El Regidor, antes de abordar el coche que los
aguardaba, preguntó al Justicia Mayor si no le parecía peligrosa la presencia del ejército
de los porteños. “¿Peligrosa, por qué?”, le respondió éste. “No sé, oí decir que la Junta
de Buenos Aires tenía severas instrucciones, pues no sólo defenestró al Virrey Cisneros,
sino que liquidó a Liniers, y lo peor es que va a renovar los cargos de todos los
peninsulares”, contestó el Regidor. “Al parecer vuestra señoría sólo conoce una cara de
la moneda. No tienen por qué afectarnos a los que estamos con la causa del rey”, dijo el
Justicia Mayor, con cautela. “¿Puedo saber cuál es la otra cara?”, el Regidor, intrigado.
“Bueno, si de destituir se trata, pienso que en primer lugar destituirán a los carlotistas o
Página 32 de 295 La Saga del Esclavo – Adolfo Cáceres Romero