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Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />

culpas. “¡Es mi victoria!”, añadió, levantando los brazos. Juan y Mariano lo miraron<br />

extrañados y, furiosos por lo que consi<strong>de</strong>raban una provocación, apuntándole con sus<br />

armas se lanzaron contra él. “¡Juan, Juan, escúchame!: Dios, por el arrepentimiento que<br />

mostraste, te curó la mandíbula, ¿me entien<strong>de</strong>s?”, prosiguió el zambo, eludiendo sus<br />

estocadas. “¡Pero qué cabronada! ¡Todo fue obra <strong><strong>de</strong>l</strong> hechicero <strong>de</strong> la montaña!”, chilló<br />

Altamirano. “Os engañáis ambos por la codicia <strong>de</strong> unas monedas que nunca os harán<br />

bien”, les dijo luego el zambo, seguro <strong>de</strong> que la actitud displicente <strong>de</strong> esos hombres no<br />

sería imposible <strong>de</strong> quebrantar. ¡Ay, zambo esclavo! No sería imposible si confiaran en<br />

las experiencias vividas en el socavón, en la sinceridad <strong>de</strong> tus palabras, en el sacrificio<br />

<strong>de</strong> tu vida --como pretendías hacerlo--; entonces sí esa obstinación por el mal sería<br />

anulada, y ellos podrían sentir el amor que tú querías inculcarles, sin tomar en cuenta<br />

sus <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s ni sus crímenes. ¡Oh, zambo, esclavo <strong><strong>de</strong>l</strong> amor! En el fondo <strong>de</strong> tu alma<br />

sentías que podías sacarlos <strong>de</strong> la ceguera que les impedía creer en la fuerza <strong><strong>de</strong>l</strong> amor <strong>de</strong><br />

Dios. Pensaste: “¡Oh, Señor, permíteme llegar a sus corazones sin la necesidad <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>rramar mi sangre!”, mientras esos hombres combinaban la estrategia con la que<br />

acabarían <strong>de</strong> una vez con tu existencia. “¡Yo me salvé, y también podríais hacerlo<br />

vosotros!”, les lanzaste lo que para ellos no era más que una prédica sin sentido.<br />

Al cabo <strong>de</strong> una hora, los tres contendientes se hallaban exhaustos. Mariano<br />

vacilaba, y a ratos hasta se mostraba dispuesto a <strong>de</strong>jarlo todo, bajando el arma; pero<br />

entonces Juan Altamirano le mal<strong>de</strong>cía, instándole a continuar el ataque; le <strong>de</strong>cía que ésa<br />

era la última oportunidad que tenían para salir <strong>de</strong> la miseria. “¡La última, hi<strong>de</strong>puta!”, y<br />

las espadas volvían a buscar el cuerpo <strong><strong>de</strong>l</strong> zambo. “Si me matáis, espero que mi sangre<br />

os sirva para abandonar el mal”, les <strong>de</strong>cía éste, comprendiendo que ya no le importaba<br />

sucumbir en ese intento, porque tenía la certeza <strong>de</strong> que podía llegar a ellos con su<br />

Página 265 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero

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