Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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--Ahora mismo –dijo el capitán, y dirigiéndose a los otros oficiales les ordenó
que trajeran al subteniente Corrales, pues tenía una oportunidad más para demostrar su
coraje.
Los oficiales partieron en busca de Corrales, que precisamente platicaba con el
padre Aldana. Cuando le dieron el encargo del capitán, lo hicieron riendo como si se
tratara de una broma. “¿Cómo?”, inquirió el subteniente. “El capitán Ontiveros os
precisa con urgencia”, le respondieron los oficiales. El subteniente se excusó con el
padre Aldana y fue tras de los jóvenes. El sacerdote había quedado intrigado con la
actitud de esos oficiales y, temiendo que se le hubiera armado un nuevo lance de honor,
fue tras ellos. Cuando llegó al lugar en el que el capitán explicaba las condiciones del
duelo, actuando él como padrino, el padre Aldana se les interpuso, diciendo que esa
práctica, en la que se ponía en juego dos vidas humanas, no era nada digna de un
ejército que combatía por la libertad de esas naciones. El capitán, sintiéndose rebasado
en su autoridad, increpó duramente al sacerdote por entrometerse en actos que no eran
de su competencia; en eso el alboroto cobró mayores dimensiones, apareciendo el
zambo Francisco en compañía de Viamont, a cuya autoridad había acudido en
previsión de cualquier complicación. El duelo que armaba gratuitamente el capitán
Ontiveros fue suspendido, lo mismo que el mencionado capitán, hasta que se aclararan
los hechos, cuya relación pormenorizada había preparado Monteagudo; entre tanto,
también el padre Aldana fue afectado, como capellán, con una llamada de atención para
que no se inmiscuyera más en asuntos castrenses.
Página 80 de 295 La Saga del Esclavo – Adolfo Cáceres Romero