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Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />

El hombre sorprendido, juntó las manos en a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> súplica, retrocediendo<br />

pausadamente hacia la breña, a medida que avanzaba Francisco; su retirada tenía el<br />

propósito <strong>de</strong> tomar el fusil que había <strong>de</strong>jado a un lado, al trepar esa pendiente. El zambo<br />

traspiraba, con el <strong>de</strong>do en el gatillo. No podía matar a aquel hombre, ni aún cuando se<br />

dispusiera a atacarlo. El hombre se dio cuenta <strong>de</strong> que el zambo vacilaba, nervioso, así<br />

que prontamente tomó su fusil y le disparó, poniendo una rodilla en tierra. Pero <strong>de</strong> su<br />

arma no salió nada, ni siquiera el clic <strong><strong>de</strong>l</strong> gatillo se <strong>de</strong>jó escuchar. “¡Atrás!”, le dijo al<br />

zambo gatillando inútilmente. El zambo no le oía, no podía. Estaba perdido, otra vez,<br />

como en el interrogatorio <strong><strong>de</strong>l</strong> Alguacil; atrapado en la tienda <strong>de</strong> su amo, con el cuchillo<br />

en la mano; así que soltó el arma y el hombre aprovechó para huir, cuesta abajo.<br />

El zambo había quedado anonadado, inmóvil, como si tuviera los pies y las<br />

manos baldados. Quiso caminar, pero cayó <strong>de</strong> rodillas, cerca <strong>de</strong> un peñasco en el que se<br />

apoyó, a duras penas. Respiró profundamente. Había estado a punto <strong>de</strong> matar a otro<br />

hombre. Miró la carabina en el suelo y se puso a llorar, sintiendo el olor a hiedra que<br />

<strong>de</strong>sprendía el peñasco. Se le sacudía el pecho, mientras le resbalaban gruesas lágrimas,<br />

<strong>de</strong>jándole un amargo sabor a sal en la boca. Lentamente fue dándose cuenta <strong>de</strong> la<br />

situación. El hombre había huido en sentido contrario al <strong>de</strong> los soldados que se hallaban<br />

al fondo <strong>de</strong> la calle, lo que significaba que esos guerreros podían pertenecer a las<br />

fuerzas <strong><strong>de</strong>l</strong> coronel Rivero; así que avanzó, cautelosamente. No le importaba si eran<br />

amigos o enemigos. A medida que se les aproximaba vio que se trataba <strong>de</strong> un<br />

fusilamiento.<br />

Página 119 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero

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