Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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donde el fervor patriótico no era menor que en esos sitios, no se iba a conseguir el
apoyo necesario, haciendo que hasta se les cediera, para ponerlos a buen recaudo, --
siempre a favor de la causa--, los fondos existentes en la Casa de la Moneda? ¿Sería
posible tal desprendimiento? Para conseguirlo, los concejales del cabildo habían
coincidido en la necesidad de llamar a Pueyrredón, a fin de que él, con la autoridad que
aún detentaba en esos pueblos, consiguiera el sacrificio demandado a los potosinos.
“¿Sacrificio?”, uno de los concejales. “Claro, todo desprendimiento es un sacrificio,
¿no?”, le respondió el Presidente del concejo. “Pero si esos fondos sólo van a ser
custodiados en otro lugar”, el concejal. “¡Quién dice que sólo van a ser custodiados!”, el
Presidente se puso de pie, concluyendo la reunión.
Así pues, a los pocos días, Pueyrredón ocupó la plaza de la Villa Imperial en
compañía de los 140 ilustres granaderos que se habían reclutado en la ciudad de La
Plata; a continuación hizo su entrada Díaz Vélez, al mando de 800 hombres, último
residuo de los abatidos de Guaqui que, sin embargo, estuvieron muy poco tiempo en la
villa, por cuanto tuvieron que salir precipitadamente con el propósito de unirse a las
fuerzas de Francisco del Rivero, en Cochabamba, y hacer frente a las tropas de
Goyeneche que avanzaban sobre dicha ciudad.
Lo que sucedió a continuación, mientras se llevaban a cabo tales aprestos
defensivos, cambió totalmente el panorama que se vivía en la Villa Imperial a favor de
la causa libertaria. Era el lunes 5 de agosto de 1811. Para ser el primer día laboral de la
semana, había escaso movimiento por la mañana; no en las primeras horas, sino en toda
la mañana; lo cual era inusual en una villa tan activa como ésa, donde los mineros y
comerciantes empezaban muy temprano con su faena del día. Tal como se presentaban
Página 193 de 295 La Saga del Esclavo – Adolfo Cáceres Romero