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Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />

sueño y <strong>de</strong> fatiga, lentamente vuelven a sus camastros; algunos refunfuñan palabrotas.<br />

Mariano, comprendiendo que se va quedando solo, retroce<strong>de</strong> unos pasos. Está bien, está<br />

bien, dice, sólo quería <strong>de</strong>spedirme <strong><strong>de</strong>l</strong> padre y felicitarlo, aunque no lograra lo que<br />

quería. “¡Qué es lo que preten<strong>de</strong>s insinuar!”, exclama Francisco, conteniendo el<br />

malestar que le producen esas palabras. ¿No os percatáis?, Mariano los mira a ambos;<br />

aunque sí, me parece que logró que cayeras en la trampa que pretendía ten<strong>de</strong>rnos,<br />

aña<strong>de</strong>. “¡Qué ciego estás!”, exclama el padre, se vuelve hacia Francisco y le dice: “Ya<br />

estaremos nuevamente en contacto”. “Gracias, amo”, el zambo. “El único amo que<br />

tenemos es Dios”, le dice el padre, palmeándole la espalda. “Perdón, padrecito, antes<br />

que os vayáis en verdad quisiera pediros que no busquéis al mestizo, es muy peligroso”,<br />

el zambo. Especialmente con la uña, agrega Mariano. El padre levanta la mano en señal<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida. “Adiós”, respon<strong>de</strong> Mariano, burlón, mientras se pier<strong>de</strong>n los pasos <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

padre Aldana <strong>de</strong>trás <strong><strong>de</strong>l</strong> crujiente portón. Yo sé a qué vino, musita Mariano. “No digas<br />

nada más, quiero <strong>de</strong>scansar”, le corta Francisco. Espera, zambo; cuando os miraba<br />

juntos, orando, Mariano prosigue pausadamente, hasta se me puso blando el corazón,<br />

pero me di cuenta <strong>de</strong> las verda<strong>de</strong>ras intenciones <strong><strong>de</strong>l</strong> curita. “¡Basta, quiero dormir!”,<br />

Francisco sopla la vela. Bien, bien si es lo que quieres, también se recuesta Mariano.<br />

¡Ah, pero el gusto que tendré al apretar el gatillo contra esos reos tan nobles, tan<br />

especiales, vuelve su voz, nadie me lo va a quitar; menos un cura bastardo. “¡Voto a<br />

Dios, que no admito que le faltes el respeto!”, se exaspera el zambo. “¡Jo<strong>de</strong>r, a ver si<br />

acabáis <strong>de</strong> una vez!”, salta la protesta <strong>de</strong> otro soldado. Ya, ya, tranquilizaros, Mariano,<br />

conciliador, se cubre con la frazada. Y tú, zambo, no te me irrites; en cualquier<br />

momento aparecerá Juan Altamirano y volveremos a ser el terror <strong>de</strong> los guampos,<br />

Mariano por fin retira <strong>de</strong> su <strong>de</strong>do el anillo que lo presionaba, y cierra los ojos, esperando<br />

que le rinda el sueño. Francisco, abre los puños que los tenía crispados, se persigna,<br />

Página 47 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero

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