Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />
vayan directo al infierno, lanza su ronca risotada; <strong><strong>de</strong>l</strong> fondo <strong>de</strong> las sombras emerge una<br />
voz soñolienta que les pi<strong>de</strong> guar<strong>de</strong>n silencio. ¡Ah!, pero zambito no te olvi<strong>de</strong>s que antes<br />
tienes que ofrecerte como voluntario para formar parte <strong>de</strong> los escogidos. Levanta la<br />
hogaza <strong>de</strong> pan y muer<strong>de</strong> un pedazo. “¡Callaros, garrulotes!”, vuelve la voz <strong><strong>de</strong>l</strong> fondo.<br />
“Hágase tu voluntad”. ¿Me entien<strong>de</strong>s, zambito?, prosigue Mariano, ignorando las<br />
protestas <strong>de</strong> sus compañeros que se remueven entre las sombras. Mordisquea el pan y<br />
camina tambaleándose alre<strong>de</strong>dor <strong><strong>de</strong>l</strong> padre Aldana que escucha la confesión <strong><strong>de</strong>l</strong> zambo,<br />
con las manos cerradas sobre la frente, aferrado al crucifijo. Mariano, pretendiendo<br />
sentirse ajeno a la actitud conciliadora <strong><strong>de</strong>l</strong> padre y a los reclamos <strong>de</strong> los soldados que<br />
van <strong>de</strong>spertando, aña<strong>de</strong>: ¿Me entien<strong>de</strong>s?, en tanto mira al zambo que se confiesa en<br />
voz baja. Desconcertado, Mariano se sienta en el camastro, mastica el pan, parpa<strong>de</strong>a y<br />
vuelve al ataque poniéndose <strong>de</strong> pie. Así tendrás a<strong>de</strong>más una paga extra. ¿Me oyes? ¡Una<br />
paga extra! “Tú estás ebrio”, le dice el zambo que ha concluido la confesión <strong>de</strong> las<br />
culpas que más le remordían. Pero lúcido, más lúcido que vos, prosigue Mariano. “¡No<br />
quiero saber más <strong>de</strong> matar a nadie!”, musita por fin el zambo, <strong>de</strong> pie. El padre Aldana<br />
que le ha dado la absolución besa el crucifijo. Sin embargo ya mataste, negro imbécil,<br />
masculla en voz baja Mariano y sonríe burlón: “Rezad, rezad, zopilotes”; en tanto el<br />
zambo, sin prestar atención a Mariano, cae otra vez <strong>de</strong> rodillas, con los brazos en cruz,<br />
ingrávidos, como dos aspas vaciadas al dolor, con las palmas que imploran perdón.<br />
“Vos también <strong>de</strong>béis perdonadme, padrecito”, musita. Lentas, apenas perceptibles, las<br />
miradas cautelosas horadan las sombras, ahí, don<strong>de</strong> una vela solitaria ilumina las<br />
siluetas <strong>de</strong> esos hombres. “Sí, hijo, pero es Dios quién nos da la paz <strong><strong>de</strong>l</strong> perdón”, le dice<br />
el sacerdote. “¡Ay, pero no creo merecer su perdón!” , el zambo, al exhalar la inmensa<br />
pesadumbre que siente, repite: “¡Soy un maldito pecador!” “Si lo que me has dicho te<br />
muestra realmente arrepentido no du<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su perdón”, le consuela el sacerdote,<br />
Página 45 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero