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Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />

tránsito natural por la tierra es corpóreo, corruptible y temporal; <strong>de</strong> ahí que<br />

necesariamente tenemos que morir para pasar al ámbito <strong>de</strong> Dios, que es eterno y<br />

espiritual. “¿Compren<strong>de</strong>s, Francisco?”, le había preguntado el padre, antes <strong>de</strong> sufrir un<br />

fuerte acceso <strong>de</strong> tos. Y recién el zambo caía en cuenta <strong>de</strong> que, lo que el padre Aldana le<br />

había pedido que no olvidara --en su lecho <strong>de</strong> muerte--, era precisamente eso, que<br />

recordara que el tránsito que en ese instante emprendía era al ámbito espiritual, y que al<br />

<strong>de</strong>cir: “Ya voy, Padre”, no se refería a su padre terrenal, al Maestre --como él había<br />

pensado--, sino al Padre Eterno. “¡Oh, Dios, bendito seas por siempre!”, el zambo se<br />

santiguó.<br />

--Ahora bien, andarías muy equivocado si quisieras ser hijo <strong>de</strong> Dios y verte libre<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> dolor --le había dicho finalmente el padre Aldana, recobrando el aliento; entonces<br />

él, el zambo, recluido en su celda, en la biblioteca o en la capilla, sólo se había<br />

encontrado en pugna consigo mismo, sin saber cómo sobrellevar el peso <strong>de</strong> su<br />

conciencia, resignado al dolor. Sin embargo, la pregunta crucial, aquella que no supo<br />

respon<strong>de</strong>r, estaba ahí, clavada en su mente, junto a la frágil figura <strong><strong>de</strong>l</strong> padre Aldana,<br />

quien, enfermo y agobiado por la tos, luego <strong>de</strong> una agotadora jornada, al <strong>de</strong>scansar en la<br />

ermita, se la había formulado <strong>de</strong> una manera simple y natural: “Si el Hijo <strong>de</strong> Dios quiso<br />

hacerse hombre por clemencia, para po<strong>de</strong>r sufrir ¿querrías tú hacerte hijo <strong>de</strong> Dios y<br />

<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser hombre para no tener que sufrir por Dios ni por tí mismo?” “¡Ah, qué<br />

tremenda paradoja!”..., pensaba. “¿Hacerse hijo <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong>jando <strong>de</strong> ser hombre para<br />

no sufrir, por clemencia? ¿Qué es lo que quería <strong>de</strong>cirme?” Si la respuesta no estuvo a<br />

su alcance es ese momento; luego tampoco la encontró en el convento; entonces...,<br />

entonces quizá <strong>de</strong>biera buscarla en el fondo <strong>de</strong> su corazón, pero fuera <strong>de</strong> esos muros,<br />

pidiéndole a Dios que le concediera la merced <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r su palabra, así como sufrir<br />

Página 186 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero

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