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Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />

Monagasta sería un espléndido lugar para pernoctar si hubiera una cama blanda,<br />

pensaba Castelli, sintiendo que la lengua había empezado a adormecérsele. Hablaba por<br />

señas o escribiendo sus mensajes en un papel. Como ya había caído la noche, y se<br />

levantaba un ventarrón que arrastraba una <strong>de</strong>nsa polvareda, <strong>de</strong>cidió que no había más<br />

remedio que acomodarse en la posta y procurar dormir, una vez más, en el duro suelo <strong>de</strong><br />

tierra. En todo el trayecto, <strong>de</strong> Macha hasta ese lugar, había tenido que dormir a la<br />

intemperie, cubierto con el poncho que ahora apenas le permitía soportar las heladas y,<br />

en algunos casos, evitar el asecho <strong>de</strong> alimañas, aparte <strong>de</strong> las picaduras <strong>de</strong> las pulgas y<br />

otros insectos; por otra parte, en esas noches <strong>de</strong> insomnio, veía, con impotencia, cómo<br />

huían algunos <strong>de</strong> sus hombres, llevándose víveres y caballos, aprovechándose <strong><strong>de</strong>l</strong> sueño<br />

en el que caían inclusive los centinelas. A veces, los <strong>de</strong>sertores se llevaban parte <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

armamento que cargaban; <strong>de</strong> ahí que las armas que le habían quedado eran<br />

esencialmente livianas, <strong>de</strong> tal suerte que si se topaban con fuerzas enemigas, no tendrían<br />

más opción que rendirse o morir.<br />

Cierta mañana, muy temprano, luego <strong>de</strong> un largo trayecto, fueron sorprendidos<br />

en pleno <strong>de</strong>scanso por unos arrieros que bajaban <strong>de</strong> la montaña, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> habían<br />

divisado una partida <strong>de</strong> soldados que indudablemente pertenecían a una unidad mayor.<br />

Castelli, levantándose <strong>de</strong> golpe, con la hirsuta cabellera en <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n y la lengua<br />

pustulenta, pidió a dos <strong>de</strong> sus oficiales que verificaran, con sus catalejos, a qué fuerza<br />

pertenecían. Ahora ya no tenía ni 50 hombres a su cargo; por otra parte, sus oficiales<br />

eran cabos o sargentos improvisados; el único secretario que lo acompañaba, Nicolás<br />

Rodríguez Peña, enfermo y afiebrado, al no existir ningún médico entre sus hombres,<br />

tuvo que ser trasladado a Tupiza; consecuentemente, no estaba seguro <strong>de</strong> si los oficiales<br />

que había enviado a observar esas tropas iban a retornar con la información requerida, o<br />

Página 247 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero

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