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Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />

los vecinos que inmediatamente se vaciaron <strong>de</strong> sus casas. Todo fue un hervi<strong>de</strong>ro <strong>de</strong><br />

gente. Unos salían, luego entraban y volvían a salir armados; otros, a medio vestir,<br />

corrían igualmente, levantando piedras.<br />

--¡Ahora sí que nos jodimos! –exclamó Mariano Ventura.<br />

--¡Nada, nada! Grita conmigo y pi<strong>de</strong> ayuda, di que los porteños se llevan los<br />

caudales <strong>de</strong> la villa y, en la confusión, cuando todos estén persiguiéndolos, fuera <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

pueblo, nosotros actuaremos a nuestras anchas y sacaremos las mulas –le dijo<br />

Altamirano, poniéndose luego a gritar: “¡Ayuda, ayuda! ¡Los porteños escapan con los<br />

caudales!” Realmente la confusión era tan gran<strong>de</strong> que nadie sabía a quién obe<strong>de</strong>cer ni<br />

a dón<strong>de</strong> acudir; hasta que aparecieron los opositores al régimen <strong>de</strong> los libertarios;<br />

entonces recién la situación se fue organizando, con el gentío que, en el colmo <strong>de</strong> su<br />

indignación, había tomado todo tipo <strong>de</strong> armas <strong>de</strong> la casa <strong><strong>de</strong>l</strong> Cabildo, <strong><strong>de</strong>l</strong> Ayuntamiento<br />

y <strong>de</strong> los cuarteles <strong>de</strong> la Ollería. Otros se fueron a la casa <strong>de</strong> Pueyrredón y sus<br />

colaboradores, siempre en busca <strong>de</strong> armas; no faltaron quienes corrieron directamente<br />

a la plaza, para tomar los cañones y disparar contra los porteños; sin embargo, no<br />

pudieron hacer nada, esas piezas estaban inutilizadas. Las campanas tocaban a rebato,<br />

en todos los templos. Ruidos <strong>de</strong> metal en las calles, la ciudad hervía <strong>de</strong> cólera.<br />

Nadie podía quedar indiferente a semejante situación. Entre la muchedumbre<br />

aparecieron Andrés y Constancio, seguidos por Antonio, Pedro y otros sirvientes <strong>de</strong> la<br />

casa <strong>de</strong> Juvenal. En la puerta <strong>de</strong> calle, Isabel, Elvira y Eudolinda miraban el paso <strong>de</strong> la<br />

gente, consternadas. Lo primero que se le había ocurrido a Andrés era ir a la casa <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

Maestre que estaba embargada. Cuando llegó, se encontró con las puertas abiertas y,<br />

como era <strong>de</strong> esperar, no había nadie en su interior. La tienda había sido saqueada; la<br />

Página <strong>25</strong>4 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero

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