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Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />

La mañana avanzaba vertiginosamente, salmodiada por el canto <strong>de</strong> las aves que<br />

recibían los primeros rayos <strong><strong>de</strong>l</strong> sol.<br />

Lunes 26 <strong>de</strong> agosto:<br />

Esa madrugada, la Parca festejaba una nueva victoria. Masas <strong>de</strong> pueblo, gritando<br />

su furia; masas y masas, con los puños crispados en alto, ávidas <strong>de</strong> venganza, se<br />

lanzaban tras los porteños. Una vez más habían logrado burlarlas. Y bajo las nubes,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> las montañas, llovían las piedras sobre los fugitivos. En las calles <strong>de</strong> la Villa<br />

Imperial, sólo las mujeres --algunas <strong>de</strong> ellas con sus niños-- caminaban, compungidas y<br />

con el rostro <strong>de</strong>mudado, oteando el horizonte por don<strong>de</strong> habían salido sus maridos,<br />

hermanos o hijos, armados más <strong>de</strong> valor que <strong>de</strong> fusiles. Las mujeres, llorosas,<br />

estrujándose las manos, estaban a la espera <strong>de</strong> los resultados <strong>de</strong> esa maldita persecución.<br />

A lo lejos atronaban las armas <strong>de</strong> fuego. La humareda era impresionante. Esperaban,<br />

nada más; hasta que, con el paso <strong>de</strong> las horas, poco a poco fueron regresando los<br />

hombres; algunos regaban el suelo frío con la sangre que manaban <strong>de</strong> sus heridas;<br />

otros, arrastraban a sus compañeros muertos o heridos. Lloraban. ¡Ay, cómo lloraban,<br />

esos hombres! Cuando los hombres lloran --como ésos que llegaban impotentes, tristes<br />

y abatidos--, no siempre lo hacen por miedo o cobardía. Cosa muy diferente es llorar <strong>de</strong><br />

rabia. “¡Carajo!”, gritar, y llorar. Llorar con furia, hasta que se sacie el odio, estalle y…<br />

¡Oh, qué dolor, qué dolor el que sacudía los pechos <strong>de</strong> esos hombres y mujeres!<br />

Abrazados, llanto a llanto; furia a furia. Ese infausto amanecer les traería amargos<br />

recuerdos por siempre, como la culminación <strong>de</strong> aquel sangriento día cinco. Durante<br />

Página <strong>25</strong>7 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero

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