Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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Después de una marcha de seis horas, llegaron a las inmediaciones de Ancacato,
un poblado indígena que se hallaba semiabandonado, a consecuencia de haber sido
incendiado en su mayor parte. Castelli dispuso que permanecerían ahí por el resto del
día, hasta verificar lo que varios pobladores les dijeron que por esos lugares se
movilizaba una fuerza enemiga. Balcarce sugirió mantener acuartelada la tropa en el
pueblo, en tanto las mulas podrían pacer en una quebrada, a corta distancia. Por
precaución, Balcarce había organizado una guardia de avanzada, en la aldea de
Pequereque, que se encontraba camino a Oruro. Pronto se dieron cuenta que por ahí no
había nada que temer y, como ese poblado carecía de todo lo necesario, especialmente
de agua potable, Castelli y sus generales veían la posibilidad de trasladarse a Challapata,
donde existían varias casas de abasto; entonces, apenas hubieron salido rumbo a ese
poblado, se les presentó un indígena que les dijo que el enemigo venía por el camino a
Oruro. ¿No sería otra falsa alarma? Esos indios acostumbraban mentir todo el tiempo.
Sin embargo, el doctor Castelli, aunque al principio no creyó tal noticia, por mediación
de Balcarce vio que era conveniente suspender el recorrido a Challapata, enviando a un
portaguión, acompañado de dos soldados. Apenas hubieron transcurrido unos minutos,
los centinelas de avanzada le anunciaron la presencia de las fuerzas enemigas, al otro
lado de las lomas que circundaban el pueblo, hacia el norte. Balcarce, que había
percibido esos movimientos desde el día anterior, observaba con indiferencia los
afanes defensivos que pretendía aplicar Castelli.
Página 84 de 295 La Saga del Esclavo – Adolfo Cáceres Romero