Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />
El reo era un muchacho <strong>de</strong> ojos claros, resignado a su suerte; en la muñeca<br />
izquierda llevaba un cintillo rojo. El que comandaba el grupo hablaba como si ya<br />
dictara la sentencia <strong>de</strong> ejecución. Nadie, menos el reo, pudo alegar algo en su <strong>de</strong>fensa.<br />
El joven había sido sorprendido mientras entregaba información sobre el ejército <strong>de</strong> los<br />
porteños al enemigo, concretamente al ayudante <strong>de</strong> campo <strong>de</strong> Goyeneche, alférez<br />
Andrés <strong>de</strong> Santa Cruz, al que estuvieron a punto <strong>de</strong> aprehen<strong>de</strong>r. No se encontraba por<br />
ahí el coronel Rivero; probablemente estaría en persecución <strong><strong>de</strong>l</strong> resto <strong>de</strong> los enemigos.<br />
Lo evi<strong>de</strong>nte era que esos hombres obraban por su cuenta, sedientos <strong>de</strong> sangre. Eran<br />
quince en total; el que los comandaba, cubierto con un poncho rojo, dio por concluida<br />
la sentencia, así que <strong>de</strong>bía darse curso a la ejecución. Prestamente alguien, con el rostro<br />
contraído por una mueca burlona y soberbia, con una chispa <strong>de</strong> cólera en la mirada,<br />
pidió formar parte <strong><strong>de</strong>l</strong> pelotón. “¿Dón<strong>de</strong> he visto esos ojos?”, se preguntó el zambo,<br />
integrado al grupo. “Yo también”, dijo Mariano. Y recién el zambo Francisco se<br />
percató <strong>de</strong> que se trataba <strong>de</strong> Juan Altamirano. Eran los ojos que lo petrificaron contra la<br />
puerta <strong><strong>de</strong>l</strong> Maestre. “¡Oh, Dios!”, exhaló un angustioso suspiro, montó en su caballo y<br />
se alejó <strong><strong>de</strong>l</strong> lugar. A pesar <strong>de</strong> la prisa con que fustigó al animal, no pudo <strong>de</strong>jar <strong>de</strong><br />
escuchar, a lo lejos, la <strong>de</strong>scarga <strong>de</strong> la que intentaba huir.<br />
Sábado 19 <strong>de</strong> enero, 1811:<br />
Al otro lado <strong>de</strong> esa pendiente <strong>de</strong> cuarzo y pedregones azulgrana, estaba la última<br />
curva; <strong>de</strong> ahí en a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante aparecerían los sembradíos <strong>de</strong> papa, quinua y cebada, en la<br />
recta que los conduciría a la hacienda <strong>de</strong> Mojotoro. Más al fondo, una ca<strong>de</strong>na azul <strong>de</strong><br />
montañas se confundía con el cielo. ¡Qué maravilla volver a recorrer por las la<strong>de</strong>ras <strong>de</strong><br />
esas cumbres; subir, así sea con la mirada o la imaginación, por sus riscos y nevados,<br />
Página 120 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero