Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />
los mineros, generalmente acudían a los “jampiris”, médicos indígenas que, igual que<br />
los callawayas, curaban a sus pacientes a base <strong>de</strong> hierbas y sinapismos, soldando<br />
inclusive los huesos quebrados. Ahí, al pie <strong>de</strong> la montaña, se iban encendiendo las<br />
fogatas, junto a las bocaminas que se hallaban iluminadas por enormes antorchas.<br />
Mariano Ventura y Juan Altamirano preguntaban por los médicos indígenas. Todos les<br />
respondían que esos “jampiris” tenían fechas <strong>de</strong>terminadas para hacer su recorrido por<br />
esos lugares; probablemente estarían <strong>de</strong> vuelta a principios <strong>de</strong> <strong>noviembre</strong>, para las<br />
fiestas <strong>de</strong> Todos los Santos y San Andrés Apóstol. “¿Noviembre?”, Altamirano no sólo<br />
se aguantaba el dolor, sino también el hambre, puesto que no había probado ni un<br />
bocado sólido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía dos días. “¿Esperar <strong>noviembre</strong>, el día <strong>de</strong> Todosantos?”<br />
“¡Imposible!” Ya <strong>de</strong>sanimados, Juan y Mariano ingresaron en una fonda, con el<br />
propósito <strong>de</strong> comer algo liviano y continuar su marcha hacia los poblados indígenas que<br />
existían en medio <strong>de</strong> esas serranías. Mientras Juan sorbía una sopa grasosa, un minero,<br />
ahí cerca, en el otro extremo <strong>de</strong> la mesa, se hallaba totalmente concentrado en la carne<br />
<strong>de</strong> res que saboreaba, ajeno a todo lo que sucedía a su alre<strong>de</strong>dor; se chupaba los <strong>de</strong>dos,<br />
tan pronto arrancaba trozos a <strong>de</strong>ntelladas; mascaba y <strong>de</strong>glutía chasqueando la lengua<br />
cuando algo le quemaba; <strong>de</strong> tanto en tanto Altamirano lo miraba, lleno <strong>de</strong> ira. “¡Ya,<br />
bebe tu sopa!”, le <strong>de</strong>cía Mariano que también mascaba algo sólido. “¡A este cerdo lo<br />
mato!”, gruñía Altamirano, con dificultad. “Es un insulto comer como bestia”: Juan<br />
Altamirano se puso <strong>de</strong> pie, dispuesto a lanzarse contra el minero. “¿No te has fijado que<br />
hay mucha gente en este lugar?”: Mariano, tratando <strong>de</strong> apaciguarlo: “¡Jo<strong>de</strong>r, bebe tu<br />
sopa!, o prefieres un porrón <strong>de</strong> vino”. “¡Lo mato!”, Altamirano. “¡Mierda, aquí hay un<br />
Alguacil!”, le advirtió Mariano, mostrándole a un hombre que jugaba a los naipes.<br />
“¿Alguacil?”, Juan, se tranquilizó; en tanto el minero, ajeno a todo lo que sucedía con<br />
esos dos hombres, eructaba, luego tomaba un sorbo <strong>de</strong> vino y volvía a la carga con su<br />
Página 224 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero