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Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />

Aplausos, aplausos al pueblo sacrificado y benévolo. Pueyrredón sonreía al<br />

Obispo que había llegado la mañana anterior no sólo con la misión <strong>de</strong> pacificar la villa,<br />

sino porque existían indicios <strong>de</strong> que varios sacerdotes habían alentado al pueblo a atacar<br />

los cuarteles. De ser cierta tal sospecha, los responsables serían drásticamente<br />

castigados. La misiva anónima que le hicieron llegar al Obispo, se fundamentaba en la<br />

siguiente pregunta: “¿Por qué rara aberración se habían cambiado los papeles <strong>de</strong> los<br />

hombres <strong>de</strong> una manera tan lamentable, haciendo <strong>de</strong> los ministros <strong>de</strong> paz, heraldos <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n; <strong>de</strong> los discípulos <strong>de</strong> Cristo, sayones <strong>de</strong> muerte? “¿Sayones <strong>de</strong> muerte, los<br />

sacerdotes? Bien sabía él que, <strong>de</strong> ser cierta esa sospecha, la iglesia podría entrar en<br />

crisis. Volvió a la lectura <strong>de</strong> la nota que continuaba con: “el sólo hecho <strong>de</strong> que un<br />

ministro <strong><strong>de</strong>l</strong> altar tomara parte activa y apasionada en la política militante, <strong>de</strong>sviando<br />

su atención y cuidados <strong><strong>de</strong>l</strong> sagrado y altísimo ministerio que le estaba encomendado,<br />

para ponerse al servicio <strong>de</strong> las miserias humanas, que casi siempre caracterizan la vida<br />

política y la extravían <strong>de</strong> la pureza, dan una triste i<strong>de</strong>a <strong><strong>de</strong>l</strong> religioso, que abate el<br />

corazón más puro y apaga la fe más ardiente. Pero --y aquí estaba lo más serio <strong>de</strong> esa<br />

reflexión--, si ese mismo sacerdote, asumiendo una actitud resuelta, se pone a la cabeza<br />

<strong>de</strong> las turbas para explotar sus más bajos instintos y conducirlas al <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, y <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n al crimen; si arroja sus hábitos talares para vestir la jerga <strong><strong>de</strong>l</strong> soldado y<br />

empuñar el arma homicida contra su propia grey, la indignación estalla y se dice, con<br />

amargura: ese hombre no es un sacerdote, es un monstruo <strong>de</strong> maldad, un elemento <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>solación. ¡Apartaos todos <strong>de</strong> él; retiradle vuestros respetos; su mirada hace daño, su<br />

mano mancha, su aliento envenena!” La firma sólo se i<strong>de</strong>ntificaba con una rúbrica<br />

ilegible que bien podía tratarse, si no <strong>de</strong> un vecino ilustrado, <strong>de</strong> alguno <strong>de</strong> esos<br />

carismáticos que pretendían volver a la iglesia <strong>de</strong> las catacumbas, siguiendo las i<strong>de</strong>as<br />

Página 219 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero

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