Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />
apretando los párpados. “¡Sí, lo estoy, lo estoy; gracias Señor...; gracias, padrecito! Vos<br />
sabéis, Padre Eterno, lo que suce<strong>de</strong> en mí, en el fondo <strong>de</strong> mi corazón; sabéis lo cobar<strong>de</strong><br />
y necio que fui”, el zambo mantiene las aspas <strong>de</strong> sus brazos en señal <strong>de</strong> adoración. El<br />
padre Aldana abre sus enrojecidas pupilas, consternado. “¿Cómo pudiste?”, lo bendice<br />
trazando la señal <strong>de</strong> la cruz sobre su cabeza. “¡Bien, bien, Francisco; yo sé lo que pasa<br />
en ti!”, le dice, “Dios me lo ha revelado, por eso vine a orar por vosotros, por ti,<br />
Francisco, a quien mi padre, que en gloria esté, sé que también ha perdonado. Por otra<br />
parte, qué bien que no estés entre los fusileros; a<strong>de</strong>más, tengo algo especial para ti”. El<br />
zambo lo mira y no pue<strong>de</strong> contener las lágrimas que le brotan, causándole un gran<br />
alivio. “Gracias, amo, gracias”, farfulle y se abraza al padre Aldana. Mariano los<br />
observa confundido, al igual que varios soldados que se han puesto <strong>de</strong> pie. Uno <strong>de</strong> ellos<br />
exclama: “¡Jo<strong>de</strong>r! ¿No podéis iros a otro lado a alborotar?” “Perdón”, dice el padre<br />
Aldana, y continúa hablando con el zambo; luego <strong>de</strong> un instante se santigua, se<br />
<strong>de</strong>spren<strong>de</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong> consternado abrazo <strong><strong>de</strong>l</strong> zambo y, en voz baja, le dice: “¿Sabes que hay<br />
alguien más que piensa en ti?”. Francisco se seca las lágrimas, mientras pregunta,<br />
incrédulo: “¿Alguien?” “Sí”, el padre se incorpora, dispuesto a marcharse. “¿Quién?“, el<br />
zambo, intrigado. “Ya te lo diré”, el sacerdote. “Pero antes dime, ¿en verdad no sabes<br />
por dón<strong>de</strong> anda el mestizo?”, el padre lo mira fijamente. Mejor no lo busquéis,<br />
padrecito. Podríais encontraros con su uña filuda, aña<strong>de</strong> Mariano que no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong><br />
escucharlos, lanzándole al rostro su aliento avinagrado. El padre empieza a arrastrar su<br />
andar apopléjico. “¿Uña filuda? Mejor acompáñame”, le dice al zambo, “¿Sabes que<br />
Eudolinda...?” y, cuando van a salir juntos: ¿No <strong>de</strong>cís nada?, Mariano intenta interceptar<br />
su salida. Yo sé lo que en verdad buscáis. “¡Si no nos <strong>de</strong>jas en paz, no respondo <strong>de</strong> mi!”,<br />
la advertencia <strong>de</strong> Francisco es inusual para Mariano, y no sólo por el tono enérgico <strong>de</strong><br />
su voz, sino por la forma cómo le clava los ojos. Los soldados que se hallan rendidos <strong>de</strong><br />
Página 46 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero