Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />
dormidos. “He venido a orar por vosotros”, dice con el crucifijo en la mano, agitado su<br />
esmirriado pecho, como si hubiera corrido. Posa la mirada primero en Mariano, luego<br />
en el zambo Francisco y, al no encontrar a Juan Altamirano entre ellos, pregunta: “¿Y<br />
qué es <strong><strong>de</strong>l</strong> mestizo?”. Le habían indicado que los podía encontrar a los tres en esa<br />
barraca. ¡Vaya a saber por dón<strong>de</strong> andará!, exclama Mariano. El padre, sobre todo,<br />
quería estar seguro <strong>de</strong> si evi<strong>de</strong>ntemente el zambo Francisco se hallaba arrepentido <strong><strong>de</strong>l</strong><br />
crimen que había cometido. De cuerdo a lo que le había manifestado el Regidor, el<br />
zambo cargaba el peso <strong>de</strong> su culpa con la misma <strong>de</strong>sesperación que llevó a Judas al<br />
árbol don<strong>de</strong> finalmente se colgó; <strong>de</strong> ser así, él, como sacerdote y más aún como hijo <strong>de</strong><br />
su víctima, <strong>de</strong>bía aliviarle la carga llevándole el perdón divino. “¡Oh, mi amado Señor,<br />
tú sabes que ya los he perdonado a los tres!” El padre Aldana sabía muy bien que lo<br />
que se esperaba que obrara Dios no era simplemente el acto <strong>de</strong> perdón, sino un cambio<br />
total en el estado <strong><strong>de</strong>l</strong> pecador, puesto que el perdón, al provenir <strong>de</strong> su infinita<br />
misericordia, era redimidor y restaurador; en tal sentido, estaba dispuesto a recibirlos en<br />
confesión y absolverlos <strong>de</strong> sus pecados. Por otra parte, quería saber si el zambo<br />
formaría parte <strong><strong>de</strong>l</strong> pelotón que iba a ejecutar a los reos. “Tar<strong>de</strong> o temprano el que obra<br />
mal tiene que purgar su <strong><strong>de</strong>l</strong>ito”, dice, “por ello hay que intentar estar bien con Dios”.<br />
“¡Yo lo sé, yo lo sé!”: el zambo se siente atrapado por el brillo <strong>de</strong> los ojos <strong><strong>de</strong>l</strong> padre<br />
Aldana. Por fin está frente al hijo <strong>de</strong> su amo, a quien había estado eludiendo por no<br />
consi<strong>de</strong>rarse digno <strong>de</strong> acercársele, al igual que a doña Isabel; sin embargo ya lo tenía<br />
ahí, <strong><strong>de</strong>l</strong>ante suyo. “¡Oh, mi amo, si pudierais perdonarme!”: Tiembla, conteniendo el<br />
impulso <strong>de</strong> arrojarse a sus pies y pedirle perdón. “Padrecito”... ¡Epa!, surge la gangosa<br />
voz <strong>de</strong> Mariano, lo único que nos faltaba es que a esta hora nos vinieran a dar un<br />
responso! “¡Amo, perdón!” ¿No es éste el cura pizarrista que todavía intenta salvar a<br />
los reos?, carraspea y eructa Mariano. “No, no”, repuso el sacerdote, “ahora procuro<br />
Página 43 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero