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Nosotros los Arquitectos<br />
tetizado en una propuesta del francés Louvet, publicada en 1912 en la revista Arquitectura,<br />
la que contemplaba: “Instrucción científica en escuelas-facultades, educación artística en<br />
talleres de maestros, educación práctica en estudios de arquitectos”. 66<br />
La enseñanza científico técnica no era un punto conflictivo en la currícula, se tenía<br />
en cuenta cada vez más y era considerada un medio y no un fin en la formación profesional<br />
de los arquitectos. Las diferencias en el debate aparecían en todo lo concerniente a la<br />
formación artística. ¿Cómo, cuándo, cuánto y dónde, debía el futuro arquitecto aprender<br />
y aprehender el “arte”, sobre qué soporte teórico, o en qué marco conceptual debía desarrollar<br />
su formación artística? Las respuestas varían de un país a otro y también, obviamente<br />
se fueron modificando en el tiempo. Las propuestas diseñadas dependen por lo general<br />
de dos variables: el peso de la Ingeniería y el grado de autonomía del campo arquitectónico.<br />
Mientras la “ingenierofilia” 67 contribuía a acentuar en la enseñanza la importancia de<br />
la formación técnica y científica (con una escasa diferenciación respecto de la ingeniería),<br />
la autonomización del campo, por ejemplo en Francia o Bélgica, contribuyó a acentuar el<br />
lado artístico de la formación y la profesión con un acercamiento a las demás Bellas Artes<br />
y a la Historia del Arte.<br />
“La instrucción científica y técnica puede ser más o menos la misma en todas partes, pero<br />
hay interés, por lo que se refiere a la preparación artística, en multiplicar los maestros<br />
de tendencias diversas, en no centralizarla en escuelas, sino en dejar al estudiante toda libertad<br />
de seguir la dirección que le convenga”. 68<br />
He aquí claramente una expresión del rotundo liberalismo que se pregona como guía<br />
de la enseñanza artística y a la vez una señal de imposición de la condición ecléctica en contra<br />
de todo exclusivismo (clásico, romántico o gótico). Es decir, lo deseable es una educación<br />
“ecléctica”, lo conveniente es no uniformar la educación artística bajo las normas de<br />
una única escuela y garantizar que el alumno pueda “elegir” diversas tendencias ante diversas<br />
situaciones; los maestros también han de ser “eclécticos”, quien tiene una tendencia es<br />
parcial, ser ecléctico es sinónimo de ser ecuánime. 69<br />
También es aconsejado el perfeccionamiento de la formación artística con posterioridad<br />
a la finalización de los estudios, ya sea a través de “prolongados estudios personales,<br />
con viajes, para el estudio de los bellos monumentos de todas las edades”, hasta la generalización<br />
de los viajes al final de la carrera:<br />
“Es para el joven arquitecto el mejor medio de perfeccionarse en su arte, y si por otra parte,<br />
ha recibido la muy sólida instrucción científica y técnica indispensable en nuestra época,<br />
volverá en condiciones de tomar el puesto que le corresponde al arquitecto verdadera-<br />
66 M. A. Louvet. “La educación técnica y artística del arquitecto” Parte 2, en: Arquitectura, Nº de abril-mayo de 1912, p.42 y ss<br />
67 El término “ingenierofilia” ha sido felizmente empleado por Lipstadt y por Isac para designar la posición sostenida desde<br />
el campo disciplinar de la Arquitectura con relación a las producciones de la Ingeniería del siglo XIX, donde se valoriza la<br />
“verdad constructiva”, el acertado uso de nuevos materiales y la liberación de las reglas de tradición académica. Las obras<br />
de referencia, ya citadas en otros capítulos son:<br />
• Hélène Lipatti, et alt., Architectes et ingénieurs dans la presse: polémique, débat, conflit. (1980) Paris, Comité de la Recherche<br />
et du Développement en Architecture (C.O.R.D.A.), y<br />
• Ángel Isac. Eclecticismo y pensamiento arquitectónico en España. Discurso, Revistas, Congresos (1987), Diputación Provincial<br />
de Granada.<br />
68 M. A. Louvet. “La educación técnica y artística del arquitecto” Parte 2, op. cit, p.43.<br />
69 Este apoyo indirecto al eclecticismo puede advertirse también en la práctica de los Concursos, donde la condición ecléctica<br />
es valorada en los jurados como sinónimo de imparcialidad, justicia y ecuanimidad.<br />
70 M. A. Louvet. “La educación técnica y artística del arquitecto” Parte 2, op. cit, p.43.<br />
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