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Nosotros los Arquitectos<br />

Serrallach (1886), Eugenio de la Cámara (1871), Francisco Jareño (1880) se habla del feliz<br />

“consorcio”, del “consorcio inseparable”, de “feliz armonía” entre Arte y Ciencia.<br />

“Las obras arquitectónicas deben ser esencialmente bellas, y verdaderamente útiles, y no<br />

gozarán de estas cualidades, si no son concebidas por quien sintiendo como artista, posea<br />

a fondo los conocimientos científicos (…) el Arte, la Ciencia y la Industria, lejos de ser<br />

incompatibles, representan tres aspectos de la unidad universal”. 42<br />

“Procuremos no romper nunca por pequeñas susceptibilidades ese hermoso utilísimo consorcio:<br />

que nunca se divorcie el Arte de la Ciencia”. 43<br />

“La Arquitectura tiene el carácter que la señala entre las Bellas Artes, de ser, mejor que<br />

otra alguna manifestación genuina del hombre: Ciencia y Arte, materia e idea…”. 44<br />

Otra de las causas señaladas en los discursos académicos acerca de la decadencia del<br />

arte arquitectónico era la falta de educación artística: de los arquitectos en particular, y del<br />

“público” o los clientes en general. Si bien trataremos en forma separada este tema en este<br />

mismo capítulo, nos interesa aquí destacar la articulación que tiene con este debate, en la<br />

medida que se tornaba cada vez más complejo adquirir una cultura artística adecuada a las<br />

necesidades de la época, tanto para los arquitectos como para consumidores de este mercado<br />

de bienes.<br />

Quienes insisten en la importancia de la formación artística de los arquitectos, proponen<br />

ampliar el aprendizaje habitual de la teoría del arte abarcando: la Estética como teoría<br />

de lo bello, la Historia de las Bellas Artes y la Arqueología. Mientras estas dos últimas<br />

son asimiladas dentro de la práctica usual de la época, en parte por el particular auge de la<br />

restauración de Monumentos, hay quienes desvalorizan la importancia de la Estética:<br />

…“útil tal vez a los filósofos, pero que yo, convencido de que jamás ha guiado ni guiará por el<br />

camino del Arte, he procurado no leer, porque un cristiano viejo no tiene para qué abrir el Corán”.<br />

45 Esta sentencia pone en evidencia una suerte de resistencia a la reflexión teórica sobre<br />

la producción arquitectónica, apoyada en el convencimiento de que el proceso creador<br />

marchaba por otros carriles. Esta posición alcanzó un gran consenso entre los académicos,<br />

y tanto en España como en Francia constituye una de las condiciones previas necesarias de<br />

la aparición de una nueva actividad o práctica: la crítica, que posicionada a distancia del<br />

hecho arquitectónico puede convertirlo en objeto de análisis. 46<br />

2.2.2. Saber técnico y saber artístico<br />

El racionalismo de la Modernidad atraviesa todos los campos del conocimiento: la<br />

técnica ya no puede ser producto de un saber pragmático, acumulado por corporaciones<br />

de generación en generación a través del tiempo. La técnica aparece entonces, como el resultado<br />

de un conocimiento especializado, científico, a la vez que, el positivismo del siglo<br />

42 Leandro de Serrallach, Consideraciones acerca de la intervención del Arte, de la Ciencia y de la Industria en la Arquitectura,<br />

citado por Ángel Isac, Eclecticismo y pensamiento arquitectónico en España. Discurso, Revistas, Congresos (1987), Diputación<br />

Provincial de Granada, p.88.<br />

43 Eugenio de la Cámara, citado por A. Isac, op. cit., p.89.<br />

44 José Camaña, Carácter progresivo de la Arquitectura como Bella Arte (1885), citado por A. Isac, op. cit., p.89.<br />

45 Arturo Mélida, Causas de la decadencia de la arquitectura... (1899), citado por A. Isac, op. cit., p.91.<br />

46 El desarrollo de la crítica arquitectónica es considerado otro de los caminos para propender al enriquecimiento de la “cultura<br />

estética del público” y de la formación de los arquitectos. Ver en este mismo capítulo el debate correspondiente.<br />

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