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Silvia Augusta Cirvini<br />

más de un aspecto, es calificada como “un exponente de la incultura artística de capitalistas<br />

y pretendidos arquitectos que tanto abundan en nuestro ambiente”. 57<br />

Desde el periódico “Martín Fierro”, la vanguardia moderna ataca al modernismo desde<br />

otro flanco, y con un tono aún más virulento que el academicismo. Prebisch advierte<br />

con relación al Pasaje Barolo, la incapacidad de alcanzar una estética apropiada al material<br />

empleado: el hormigón armado, en una obra que se jactaba de vanguardista:<br />

“El pasaje Güemes y el edificio Barolo, cuya hiriente fealdad es demasiado notoria para<br />

no ser percibida por el transeúnte menos cultivado, son dos pruebas contundentes de lo<br />

que deseamos demostrar: que es absurdo todo intento de rejuvenecer viejos estilos; que un<br />

nuevo método de construcción exige formas nuevas, y que no se puede forzar impunemente<br />

una estructura adaptándola a las arbitrarias exigencias de un estilo cualquiera”. 58<br />

En nuestro país, las revistas especializadas de arquitectura son lo suficientemente<br />

eclécticas para sostener una posición que acepta, con límites, el desarrollo del Arte Nuevo<br />

a ciertos edificios, usos u obras (asociadas en este caso a los festejos de ambos centenarios).<br />

Es indudable que las posiciones dominantes entre 1915 y 1920 oscilaban entre<br />

el eclecticismo Beaux Arts y las distintas vertientes de la “arquitectura nacional”; el campo<br />

disciplinar está hegemonizado y controlado por los arquitectos académicos, quienes<br />

estipulan las condiciones de consagración de la buena arquitectura fijando los patrones<br />

de la Belleza y el Equilibrio de la composición, parámetros en los que no caben, plenamente,<br />

las producciones del modernismo. Se puede admitir del nuevo arte que tenga<br />

originalidad y una adecuación a los tiempos modernos, pero no se le reconoce bello;<br />

hasta en Barcelona se acepta de este modo la obra de Gaudí, según Vega y March “más<br />

genial que bella”.<br />

Tanto en nuestras revistas como en el periodismo español se pone de manifiesto<br />

que hay ciertos aspectos de las nuevas tendencias modernistas que el núcleo duro de la<br />

tradición conservadora no admite, mientras otros aspectos o facetas son aceptados e integrados<br />

dentro de la práctica profesional de los arquitectos y del consumo de bienes<br />

simbólicos por parte de la elite. Es decir, aquello que las Academias cuestionan del Arte<br />

nuevo se concentra esencialmente en su “actitud transgresora” respecto de los principios<br />

beauxartianos de composición: simetría, equilibrio, relación armónica de las partes<br />

con el todo, disposición reglada de la ornamentación y la decoración. Lo que sí se acepta<br />

de las nuevas tendencias, directa o indirectamente, o se resignifica al interior de la cultura<br />

dominante, es la importancia creciente de las artes industriales y decorativas, y el<br />

acercamiento de distintos campos de la producción artística y artesanal con la arquitectura,<br />

como los objetos decorativos y ornamentales, la pintura, el mobiliario, la herrería,<br />

el equipamiento interior, etc. Esta característica netamente moderna del arte nuevo, anticipa<br />

el postulado del diseño integral enarbolado por la vanguardia del Movimiento<br />

Moderno.<br />

Por último, un señalamiento que, sin dudas, amerita nuevas y particulares búsquedas:<br />

los arquitectos modernistas españoles que actuaron en nuestro país en el entresiglo<br />

y la primera década del XX, no se sienten atraídos ni adhieren a las búsquedas historicistas<br />

de la “arquitectura nacional” en su vertiente hispanocolonial, sino que son en su<br />

58 Vautier y Prebisch, “Hacia un nuevo estilo”, en: Martín Fierro, Buenos Aires, 28 de agosto de 1925.<br />

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