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Nosotros los Arquitectos<br />

riamente apoyarse en lo ya legitimado, de manera de mantener el peso de la illusio, es<br />

decir, fue prioritario para la mayoría de los practicantes mantener el interés en las reglas<br />

del juego.<br />

3.2.3.3. LAS OTRAS VOCES<br />

El movimiento de la “arquitectura nacional” tuvo que enfrentar dentro del campo<br />

disciplinar, posiciones en contra (de deslegitimación, de desprestigio o de crítica) de distinto<br />

tipo y alcance según de quién y de dónde provenían. Por una parte, están las objeciones<br />

que le hace permanentemente el grupo de los “eclécticos académicos” del cual Christophersen<br />

es el más representativo. Esta posición es difundida a través de las mismas<br />

revistas que contribuyen a plantear y hacer circular el debate dentro del campo, es decir,<br />

defensores y detractores comparten muchos espacios comunes. Esta actitud de objeción<br />

respecto de la arquitectura nacional estaría sintetizada en la sentencia: “Apoyamos las búsquedas<br />

de una arquitectura nacional pero…” y allí podían enumerarse distintas razones para<br />

no convalidar: “no acordamos con los modelos de inspiración, con las propuestas teóricas,<br />

con los resultados alcanzados, etc.” La Revista de Arquitectura publica un documento<br />

muy significativo por todo lo que condensa en cuanto a las posiciones respecto del tema,<br />

en el cual con tono irónico y jocoso se describe la situación del campo: se trata del poema<br />

“El Arte Colonial en oda…” , 198 adjudicado a Alejandro Christophersen, en donde señala<br />

con críticas y mordaz humor, quienes están validados para estar dentro del campo, en qué<br />

lugar y cual es el papel que cada uno juega, y quienes quedan definitivamente excluidos.<br />

Es evidente que el tono humorístico del artículo le permite al autor eludir las sanciones que<br />

implicaría decir eso mismo con seriedad, a colegas destacados y reconocidos dentro del<br />

campo. 199<br />

Por otra parte, y como una voz de oposición perfectamente diferenciada está la incipiente<br />

vanguardia, que tiene su propia publicación. La revista Martín Fierro nace de un<br />

grupo de jóvenes escritores en 1923: Ernesto Palacio, Conrado Nalé Roxlo, Pablo Rojas<br />

Paz, Luis Franco y Cayetano Córdoba Iturburu. La dirección estaba a cargo de Evar Méndez<br />

y desde el manifiesto, publicado en el número 4, la revista toma un rumbo abiertamente<br />

vanguardista y reúne al denominado “martinfierrismo”. Alberto Prebisch formaba parte<br />

de su consejo directivo.<br />

En círculos intelectuales y literarios, en la década del veinte, estaba en plena vigencia<br />

el tratamiento del binomio cosmopolitismo / nacionalismo. En 1925, la revista Martín Fierro<br />

realizó una encuesta tratando de indagar entre conocidos escritores y artistas que opinaban<br />

acerca de la existencia o no de una sensibilidad o mentalidad argentina, pidiendo a<br />

la vez su caracterización o descripción. Un artículo de Pablo Rojas Paz de 1925 plantea el<br />

tema del hispanoamericanismo, particularmente en relación con el idioma, y como es de<br />

esperar hay una adhesión a la España de la generación del ‘98 (Unamuno, Marañón, Ca-<br />

198 Publicado en: Ramón Gutiérrez y otros. “Recuadro en Capítulo 4 : 1916-1925”, Sociedad Central de Arquitectos. 100 años<br />

de compromiso con el país, Buenos Aires, 1994, p. 95.<br />

199 Remitimos al texto del poema en Apéndice.<br />

200 Ver en este mismo capítulo en debate sobre “Estado del arte arquitectónico” el desarrollo de la querella entre Prebisch y<br />

Christophersen.<br />

187

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