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Silvia Augusta Cirvini<br />

especie que demuestra una voluntad tan tenaz de aniquilamiento?…”<br />

“En la escuela (…) se aprende a diferenciar el dórico del jónico, el renacimiento del barroco.<br />

Allí los más comprensivos, presienten acaso, el partido que los arquitectos románicos<br />

sacaron del “arco de medio punto”, o los efectos que obtuvieron los maestros del renacimiento<br />

del juego de la luz en las cornisas. Pero, eso sí, no pretendamos que recuerden<br />

que, con cornisas y arcos, se resolvieron problemas de resistencia que carecen de toda razón<br />

de ser en construcciones cuyos esqueletos de hierro los hacen innecesarios; pues, aunque<br />

lo sepan, tratarán por todos los medios de olvidarlo”. 81<br />

Girondo critica con mordaz ironía esa suerte de teoría de la “adaptabilidad” a la que<br />

recurren los arquitectos, cuando apelan al arcón del pasado para utilizar antiguas soluciones<br />

a nuevos problemas:<br />

“…A ellos no les interesa que las necesidades de la vida contemporánea exijan y requieran<br />

nuevas soluciones. Para ellos carece de importancia que los procedimientos de construcción<br />

sean distintos y que los materiales de que disponen ofrezcan y reclamen soluciones<br />

inéditas”. 82<br />

Vautier y Prebisch, desde la tribuna que significaba Martín Fierro, apelan, en función<br />

de apoyo de su discurso, a dos “grandes” maestros europeos: Perret y Le Corbusier, para<br />

decir lo que no pueden en forma directa, en un medio tan hostil a la vanguardia moderna<br />

como era Buenos Aires en los años ‘20. Oponer arquitectos e ingenieros y denostar el<br />

aprendizaje de la Escuela de Arquitectura eran apuestas muy fuertes contra la tradición académico-ecléctica<br />

que hegemonizaba el campo:<br />

“Los ingenieros construyen los útiles de su tiempo. Todo salvo las casas y los tocadores depravados.<br />

“Hay una gran escuela nacional de arquitectos y existen en todos los países escuelas nacionales,<br />

regionales, municipales, de arquitectos, que enredan las inteligencias jóvenes y les enseñan<br />

lo falso, lo ficticio y las obsequiosidades de los cortesanos. ¡Las escuelas nacionales!<br />

“Los ingenieros son sanos y viriles, activos y útiles, morales y alegres. Los arquitectos son<br />

decepcionados e inocupados, hoscos y jactanciosos. Esto a causa de que en breve, se hallarán<br />

sin nada que hacer. No tenemos más dinero para levantar recuerdos históricos. Tenemos<br />

necesidad de justificarnos.<br />

“Los ingenieros proveerán a ello y construirán.<br />

“Sin embargo existe la arquitectura. Cosa admirable y la más bella.(…)<br />

“El diagnóstico es claro.<br />

“Los ingenieros realizan arquitectura, porque emplean el cálculo que proviene de las leyes<br />

universales, y sus obras nos hacen sentir la armonía. Existe, entonces, una estética del ingeniero…”<br />

83<br />

Más tarde, Prebisch retomará e insistirá, en sus conferencias y en la prensa en la influencia<br />

nefasta de la enseñanza académica aun sobre los mejores talentos: “Viollet Le Duc<br />

y Labrouste fueron académicos a pesar de ellos, a pesar de su prédica escrita”… y corroborará<br />

que son, precisamente quienes se formaron fuera del sistema educativo de enseñanza<br />

81 Oliverio Girondo, “Cuidado con la Arquitectura”, en: Martín Fierro, Buenos Aires, octubre de 1925.<br />

82 Ibídem.<br />

83 Le Corbusier citado en “Arquitectura”, en: Martín Fierro, Buenos Aires, mayo de 1927.<br />

84 Alberto Prebisch. “La Enseñanza de la Arquitectura”, en Nuestra Arquitectura, N º 67, febrero de 1935, p.229 y ss.<br />

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