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Nosotros los Arquitectos<br />
eclecticismo en la arquitectura pública, ya que no se imponían criterios de homogeneización<br />
de la obra edilicia estatal ni de codificación de la demanda, entre estilos y soluciones.<br />
A principios del siglo XX, tanto dentro de la corporación como en el ámbito social<br />
de las elites, se tenía una visión negativa del trabajo de un profesional “liberal” como empleado<br />
de la administración pública. Se consideraba ésta una salida laboral secundaria y alternativa,<br />
sólo admisible cuando por algún motivo no había posibilidades de desarrollo en<br />
la práctica profesional independiente. Esta desvalorización del ejercicio profesional en relación<br />
de dependencia partía de la misma naciente corporación, consolidada en torno de<br />
la refundación de la Sociedad de Arquitectos en 1901, y luego sería inculcada de modo no<br />
deliberado en el habitus profesional que reproducía la Escuela. En 1904, decía Christophersen,<br />
en defensa del ejercicio profesional independiente: “Existiendo, (…), una Escuela<br />
de Arquitectura cuyo sostenimiento impone sacrificios a la Nación, es necesario evitar que los<br />
elementos útiles que ella produzca vayan a anularse en las oficinas públicas por no hallar<br />
campo donde aplicar los conocimientos adquiridos”. 30 (SC)<br />
Sin embargo, había excepciones para la consideración del trabajo en la administración<br />
pública como práctica legítima. La Sociedad de Arquitectos, a partir de la reforma de<br />
Estatutos de 1903, impuso como regla aceptar solamente como socios a quienes trabajaban<br />
en forma independiente, 31 bajo el marco del ejercicio liberal. Ahora bien, cuando un<br />
profesional, por lo general extranjero, solicitaba su ingreso y no cumplía con este requisito,<br />
podía saltar la norma si:<br />
1) era presentado por socios de mucho peso o importancia dentro de la Sociedad; 32<br />
2) era empleado jerárquico de las empresas extranjeras de ferrocarriles; 33<br />
29 Todas estas contrataciones tuvieron facetas polémicas y fueron duramente criticadas por la prensa opositora, nacional y de las<br />
principales ciudades del interior, por la arbitrariedad de ciertas decisiones, los montos de los honorarios en las contrataciones<br />
o por la escasa eficacia de los resultados. Algunos casos pueden servir de referencia. Carlos Thays fue contratado por Emilio<br />
Civit en 1896 para realizar el proyecto del Parque del Oeste en la Ciudad de Mendoza, en el árido piedemonte, obra de costos<br />
elevadísimos para una ciudad que tenía otras urgencias, con un alto índice de mortandad por causa de las pésimas condiciones<br />
sanitarias. El caso de los elevados honorarios de Emilio Coni y Carlos Wauters movilizaron también a la prensa opositora,<br />
como lo harán más tarde las contrataciones de los urbanistas franceses como Bouvard o Forestier en el siglo XX. En<br />
relación con las contrataciones de profesionales en la administración de Emilio Civit como Ministro de Obras Públicas pueden<br />
consultarse los trabajos de Jorge R. Ponte, para el caso de Buenos Aires los de Adrián Gorelik y Jorge Tartarini, a saber:<br />
• Jorge R. Ponte. “El Parque del Oeste”, en Centenario Parque San Martín (1896-1996), Edición oficial , Ministerio de<br />
Ambiente y Obras Públicas, Gobierno de Mendoza, pp. 27 a 50.<br />
• Jorge R. Ponte. La fragilidad de la memoria, Representaciones, prensa y poder…, Ediciones de la Fundación CRICYT, Mendoza,<br />
1999.<br />
• Adrián Gorelik. La Grilla y el Parque. Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936, Universidad Nacional<br />
de Quilmes, 1998.<br />
• Jorge Tartarini. “El Plan Bouvard para Buenos Aires (1907-1911)”, en Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones<br />
Estéticas “Mario J. Buschiazzo”, Nº 27 y 28, Buenos Aires, 1989-1991, pp. 105-113.<br />
30 Alejandro Christophersen, “La Sociedad Central de Arquitectos”, en Arquitectura, Nº 2-3, mayo de 1904, p. 16. El destacado<br />
es nuestro.<br />
31 Remitimos al último capítulo para mayor información sobre las múltiples y cambiantes condiciones de ingreso que fue<br />
planteando la Sociedad Central de Arquitectos y la articulación que estas condiciones tenían respecto del proceso de constitución<br />
del campo disciplinar y profesional.<br />
32 La condición de ingreso estipulaba la presentación de dos socios (como en los clubes). No era lo mismo ser presentado por<br />
Alejandro Christophersen que por alguien de una segunda línea. También pesaban los padrinazgos políticos o de miembros<br />
destacados de la elite. A partir de 1904 fueron cuestionados los ingresos propuestos por los socios ingenieros, ingresados<br />
con anterioridad a la vigencia de la ley Avellaneda. Cf. Jorge Tartarini, “Una Sociedad de arquitectos patrones”, Capítulo<br />
3 1901-1915: Sociedad Central de Arquitectos.100 años de compromiso con el país, Buenos Aires, 1993, p. 57.<br />
33 Paul Bell Chambers, arquitecto inglés que llegará a ser presidente de la Sociedad, fue presentado en 1904 por los arquitectos<br />
Sutton y Doyer. En principio se objetó su ingreso por ser empleado del FC del Sud pero ante la aclaratoria efectuada<br />
por Doyer de que Chambers era jefe de la sección Arquitectura del mencionado Ferrocarril y que firmaba sus propios planos,<br />
fue admitido como socio. Cf. Jorge Tartarini, Ibídem, p.57.<br />
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