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Nosotros los Arquitectos<br />

desde la “especificidad” de la mirada de la arquitectura, de lo cual dice:<br />

“Ningún arquitecto que ame su arte, puede desinteresarse de la arqueología monumental y<br />

menos aún de la de su tierra natal, para conocer los recursos del suelo y la evolución de las<br />

formas tradicionales. Debe estudiar el punto como arquitecto y no como pintor”. 150<br />

En la etapa fundacional del campo y en su consolidación hasta 1920, el debate acerca<br />

de “lo nacional” contribuye a establecer la especificidad y a fortalecer el habitus del arquitecto,<br />

diferenciándolo respecto de otras disciplinas artísticas o técnicas. Hary plantea<br />

desde una posición netamente moderna, la necesaria e ineludible división social del trabajo,<br />

que traía aparejada la época, en oposición a una visión romántica y en cierto modo arcaizante<br />

de concentrar en la figura del arquitecto prácticas tan diferentes como la arquitectura,<br />

la pintura o la literatura:<br />

“Dejad a los pintores el cuidado de hacer cuadros, y a los poetas el glorioso placer de hacer<br />

hablar a las ruinas. Harán ambas cosas mejor que vosotros, ya que en nuestra época<br />

la complejidad ha traído la subdivisión del trabajo, y que ya no es posible que seáis como<br />

Leonardo da Vinci, pintores, escultores, arquitectos, ingenieros, mecánicos, poetas”. 151<br />

Tanto Pablo Hary como René Karman, ambos profesores de los talleres de la Escuela<br />

de Arquitectura, coinciden en un par de ideas básicas respecto de este tema. Por un lado,<br />

sostienen la imposibilidad de enseñar a los alumnos un “arte nacional”, hecho que podría<br />

darse en el futuro como un resultado deseable de la práctica y por otro, la conveniencia<br />

de poseer una sólida formación clásica con destreza y entrenamiento en el oficio de arquitecto,<br />

como herramienta indispensable para poder crear:<br />

“En nuestras aulas no se puede enseñar “un arte nacional”, lo que supondría la elección<br />

de una forma de arquitectura conocida y casi su imposición en el país; eso sería contraproducente<br />

puesto que los estudiantes latinos necesitan un criterio más liberal en su enseñanza,<br />

no debiendo ser influenciados en el desenvolvimiento de sus imaginaciones creadoras”.<br />

152<br />

[el «arte nacional»]…“debe ser una consecuencia del esfuerzo constante e individual de<br />

los arquitectos investigadores, de conciencia, cuidadosos de ejecutar siempre la solución<br />

más conforme con la lógica y la estética y capaces de hacerlo con facilidad”.<br />

(…) … “los estudiantes de hoy no deben ignorar, pues, que la arquitectura es un arte de<br />

composición y que si no es posible enseñarles el “arte nacional” deseado, ellos pueden en<br />

sus talleres de la Facultad acostumbrarse a la composición arquitectónica y adquirir, por<br />

su propia voluntad y un trabajo sostenido, los medios sin los cuales toda manifestación de<br />

arte es ilusoria”. 153<br />

El tema del “carácter” fue central entre las cuestiones que debían resolver los arquitectos<br />

de la época. El “carácter” era aquello que definía la particularidad dentro de una ley<br />

general de ordenamiento o desarrollo; admitía desde las teorías vigentes en las Academias<br />

tres niveles de tratamiento: el general (nacional o categorial), el programático (que dependía<br />

de la función) y el particular (que vinculaba lugar, materiales y técnicas).<br />

Pablo Hary reconoce la “falta de carácter” de la arquitectura de la época, responsabi-<br />

151 Ibídem, p.10.<br />

152 René Karman. “Sobre la contribución de la enseñanza en la prosecución de nuevos rumbos”, en: Revista de Arquitectura,<br />

Órgano del Centro de Estudiantes de Arquitectura, junio de 1916, p.7.<br />

153 Ibídem, p.8.<br />

175

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