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Silvia Augusta Cirvini<br />

• El procedimiento manifiesta, en cambio, serias dificultades y distorsiones al someterse<br />

a criterios exteriores al campo disciplinar (provenientes de lo político, los comitentes,<br />

lo económico o de otros técnicos o profesionales).<br />

En nuestro país, la práctica de los Concursos no tuvo el mismo desarrollo ni los mismos<br />

resultados que en Europa. En el caso de Argentina, esta práctica estuvo asociada al<br />

proceso de constitución disciplinar de la arquitectura de fines del XIX. El particular desarrollo<br />

de la modernización temprana desde mediados del siglo XIX fue condición determinante<br />

en la génesis de este campo del saber, que naciera ligado a la ingeniería, sesgado por<br />

la visión positivista, y dirigido a una formación eminentemente científica, basada en la matemática<br />

y muy distante del “arquitecto artista” europeo. La arquitectura en Argentina no<br />

presentó –según R. Gutiérrez– una modalidad académica que la ligara a las Bellas Artes<br />

hasta fines del siglo XIX.<br />

En la fase inicial del desarrollo del campo disciplinar (1850-1885) hubo una gran dependencia<br />

con otras áreas del saber técnico, particularmente la ingeniería y el higienismo.<br />

Cuanto más nos aproximamos a fines del XIX crece la importancia y el peso de la tendencia<br />

académica dentro de la práctica arquitectónica y con ella del sesgo artístico del campo.<br />

Es en ese momento cuando comienzan a adquirir importancia los concursos como<br />

ejercicios de competencia. El procedimiento de los Concursos, muy resistido y criticado<br />

por unos, muy defendido y elogiado por otros, dentro y fuera del campo hasta bien avanzado<br />

el siglo XX, fue uno de los mecanismos que coadyuvaron en la autonomización del<br />

campo, al plantear una especificidad para lo arquitectónico que quedaba definida en el<br />

cruce de la racionalidad eminentemente técnica de la ingeniería y de la creatividad de los<br />

hechos artísticos.<br />

Los Concursos de Arquitectura, de este modo, permitieron crear un espacio entre la<br />

Ingeniería y las Bellas Artes donde era posible considerar la especificidad de lo arquitectónico,<br />

contribuyendo con ello a la diferenciación, que a la vez le otorgaba a la corporación<br />

un punto de apoyo y articulación para enfrentar la función de “educar al público”, en materia<br />

artística. 57<br />

Los grandes Concursos de fin de siglo (los edificios públicos de la ciudad de La Plata<br />

en 1882, el Congreso Nacional en 1895, la Facultad de Derecho en 1897 por ejemplo)<br />

mostraron graves dificultades de implementación y fueron objeto de duras críticas desde<br />

diferentes lugares. Sin embargo, constituyeron un valioso antecedente y un reconocimiento<br />

oficial de este nuevo procedimiento impulsado por la incipiente corporación de profesionales,<br />

ya que hasta entonces la práctica habitual era la contratación directa, por lo general<br />

de arquitectos e ingenieros extranjeros. En este sentido, los Concursos fueron un<br />

terreno de lucha por cuanto la clase política se resistía a abandonar el método de la contratación<br />

directa, que sin dudas le permitía obtener beneficios secundarios y sostener una red<br />

de vinculaciones políticas.<br />

En 1898, Enrique Chanourdie lanzaba, desde la Revista Técnica, una crítica sobre “la<br />

poca seriedad con que se llevan a cabo los concursos de Arquitectura entre nosotros”, refiriéndose<br />

no sólo a la órbita oficial sino fundamentalmente a los concursos privados. El problema<br />

en estos casos era, en primer lugar, la composición del jurado, integrado general-<br />

57 Ver respecto de la "educación artística" lo tratado en el debate correspondiente, en Debates fundacionales, en el capítulo anterior.<br />

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