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Nosotros los Arquitectos<br />

quitectónico” y los que sólo pueden hacer malas copias de “mal gusto”. No todos pueden<br />

ser o “hacer” de arquitectos; los buenos clientes son, según la prensa, respetuosos del espacio<br />

del profesional-artista que es el arquitecto. Este planteo es compartido por todos: europeos<br />

y americanos; en los Congresos de Arquitectura aparece ligado al tema del ejercicio<br />

profesional, si ha de ser regulado o libre:<br />

“Vais a dejar el campo abierto a todas las construcciones horribles, vais a destruir la labor<br />

de todos los Congresos anteriores, vais a destrozaros vuestras mismas cabezas…; la libertad,<br />

sí; la libertad para lo bueno, pero jamás para lo malo, para lo horrible, para lo<br />

antiestético” (…) 95<br />

“En mi país hay seis millones de arquitectos… tantos como habitantes, con quienes tenemos<br />

que sostener grandes batallas; si se declara la libertad de nuestra profesión, yo, en<br />

cuanto vuelva a mi país, debo decirles: señores, vengo de un Congreso de arquitectos, allí<br />

hemos acordado que pueden construir, sigan edificando y ustedes dispensen…”. 96<br />

Otro importante artículo sobre el tema está escrito como editorial de la Revista de<br />

Arquitectura en 1918. Se evalúan en su contenido distintas facetas del tema de la educación<br />

estética de la población, cuya falencia o carencia afecta el ejercicio de la profesión de<br />

los arquitectos. El problema, según se diagnostica, se inicia en los planes de enseñanza secundaria,<br />

donde “La enseñanza artística y, muy particularmente en sus relaciones con la arquitectura,<br />

la pintura y la escultura, es relegada a último término, sin atribuirle significación<br />

alguna”. Los destinatarios del discurso son los mismos arquitectos y los artistas en general,<br />

quienes, “lejos de dejarse dominar por el ambiente utilitario” deben contribuir a modificar<br />

la enseñanza pública en todos los aspectos del arte. Como paradestinatarios del discurso<br />

aparecen los funcionarios responsables de la educación que son calificados de ineptos o incapaces<br />

de diseñar planes que contemplen la enseñanza artística. El “público” en general,<br />

los “clientes”, en particular, son víctimas –según la editorial– de la ignorancia en cuestiones<br />

de arte y a su vez, se convierten en tiranos con los arquitectos a quienes tratan de imponer<br />

sus equivocados criterios. 97 En este artículo es posible evaluar por un lado, cómo<br />

reacciona la corporación de arquitectos ante la imposición de criterios de un campo que<br />

les es exclusivo, el arte arquitectónico: al referirse a los clientes se habla de “violenta tiranía”,<br />

“incapacidad y capricho”, “ignoran su propia ignorancia”. Por otro, permite advertir<br />

cómo perciben la dimensión social del problema de la cultura estética: se habla de “público”<br />

o de “sociedad”, cuando en realidad los comitentes de los arquitectos constituían una<br />

estrechísima elite dentro de la elite.<br />

También en 1918, Karman afirmaba el rol del arquitecto como educador del gusto<br />

estético de la sociedad, vinculando el desarrollo de la educación estética con las búsquedas<br />

del desarrollo del “arte argentino”. La estética de una arquitectura nacional ha de surgir<br />

–dice– de la convergencia de tres factores: el clima (geografía), el ambiente (recursos) y las<br />

necesidades y costumbres (la sociedad). En la Encuesta de 1918 hay una notable coincidencia<br />

de los participantes en la importancia que otorgan al desarrollo del “gusto artístico”<br />

95 Intervención del conde ruso de Suzor, en la crónica del “IX Congreso Internacional de Arquitectos” (Roma-1911), en Arquitectura,<br />

Año VII, Nº 73, Noviembre y Diciembre de 1911, p.146.<br />

96 Comentario del representante de la “República portuguesa”, en la crónica del “IX Congreso Internacional de Arquitectos”<br />

(Roma-1911), en Arquitectura, Año VII, Nº 73, Noviembre y Diciembre de 1911, p.146.<br />

97 Si bien la editorial no tiene firma, es posible adjudicarla a: Ernesto Lacalle Alonso, “Enseñanza Artística”, en Revista de Arquitectura,<br />

Año IV, Nº 14, 1918, p.2.<br />

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