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Nosotros los Arquitectos<br />

trar en la conciencia de los propietarios la idea de su propia incapacidad para recetar<br />

plantas y fachadas y estilos y caprichos a sus arquitectos. Acostumbrados a tratar con los<br />

mercachifles del ramo “proyectistas”, siguen sintiéndose para su propio mal, paternales<br />

mentores de los técnicos”. 105<br />

Las revistas técnicas registran un cambio notable en la década del ‘20 respecto de la<br />

reglamentación profesional. Ya no hay defensores de la liberalidad a ultranza, hay consenso<br />

unánime en la corporación sobre la necesidad de regular y reglamentar el ejercicio profesional<br />

de la arquitectura, como se hace con la medicina o la abogacía, ya no puede admitirse<br />

que cada propietario se convierta en arquitecto de su propia casa. Se reconoce que si<br />

bien puede haber talentos sin estudios, títulos o diplomas…:<br />

(…)“Pero lo probable, lo normal es que no ocurra así, y que el amateur que se dedica a<br />

hacer Arquitectura, el que cree entender algo porque él también ha construido, el<br />

que hace un planito, tomando idea de alguna parte, sea un inconsciente elaborador de<br />

bodrios, un asesino del arte!<br />

“¿Qué cada uno es dueño de hacer su casa cómo le dé gusto y gana? ¡No y mil veces no! El<br />

derecho de una persona termina donde empieza el perjuicio de los demás y el señor que<br />

hace su casa a su gusto condena al público a la existencia nefasta de esa casa, y a ese público<br />

es al que me refiero al principio, al público en general, al que tiene que aguantar<br />

los inconvenientes de que su ciudad sea un adefesio, que las casas de que dispone para vivir,<br />

comprar o alquilar, sean concebidas sin pies ni cabeza, que sean antihigiénicas, sin<br />

luz, sin aire, sin estética, sin composición de ninguna clase…”. 106<br />

2.4.2. El problema de la crítica arquitectónica y la cultura artística<br />

Como ya se ha señalado, el desarrollo de la crítica era otro de los caminos posibles<br />

que vislumbraban los arquitectos locales para contribuir al “engrandecimiento del arte” y<br />

al acrecentamiento de la cultura artística.<br />

Christophersen aborda el tema de la crítica de arte, en arquitectura, a partir de lo que<br />

sucede en los Salones Anuales de Bellas Artes de Buenos Aires, considerando la posición de<br />

quien la ejerce como alguien ajeno al campo disciplinar que se escuda en la inmunidad del<br />

periodismo para hablar “de lo que ignora”. 107 El autor afirma que esta tarea debe reservarse<br />

“para los espíritus selectos, preparados y eclécticos”, sin embargo está en manos de quienes<br />

no tienen preparación suficiente “individuos ajenos a toda emoción y a toda sensación de arte…”<br />

Compara nuestra situación con la de la crítica europea “donde verdaderos maestros señalan<br />

al artista su desfallecimiento, sus flaquezas dentro de las formas corteses y dignas que usan<br />

los hombres superiores”…<br />

Si la crítica ha de ser actividad reguladora de la práctica de los artistas, tiene la misión<br />

de ayudar a superar los defectos, a actuar “como correctivo y enseñanza para el artista”. Christophersen<br />

señala agudamente que en Buenos Aires la crítica es superficial, denigra o elogia<br />

105 Ibídem, p.48.<br />

106 Exequiel Real de Azúa. “Algo sobre la Reglamentación profesional”, en Revista de Arquitectura, Julio de 1925, p.233 y ss.<br />

El destacado figura en el original.<br />

107 Alejandro Christophersen, “A propósito de las críticas de arte”, en Revista de Arquitectura, Año III, Nº 12, 1917, p.30.<br />

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