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Nosotros los Arquitectos<br />

cho que admirar, y no poco que aprender, y algo que rechazar; pero esto ha de hacerse con<br />

mucha parsimonia, sin pasión alguna, desechando todo prejuicio y procurando colocarse,<br />

en cuanto sea posible, fuera de toda clase de exclusivismos. La piqueta es una herramienta<br />

que el buen restaurador debe tener guardada bajo siete llaves…” 17<br />

Los académicos se oponen al exclusivismo tanto de los defensores del gótico como de<br />

la autoridad de los doctrinarios clásicos, convirtiéndose en los principales defensores de la<br />

postura ecléctica, en tanto moderada y provisoria:<br />

“El carácter de nuestra época es no tener ninguno, y este es cabalmente el carácter de nuestra<br />

arquitectura. Se discuten y se ensayan todos los sistemas sociales y todos se abandonan<br />

y desechan porque ninguno inspira la bastante fe; la Arquitectura, a su vez, discute, ensaya<br />

y por la misma causa abandona los estilos todos”. 18<br />

Es decir, la crisis del academicismo (o vitruvianismo) del siglo XIX llevó a las mismas<br />

Academias a variar y revisar sus inmutables patrones teóricos, su ortodoxia clasicista para<br />

poder mantener el lugar que ocupaban como organismos rectores del “juicio” sobre los criterios<br />

válidos en la disciplina. Un síntoma de la integración, del moderantismo que pregonan<br />

es la aparición, a fines del siglo, del Tratado de Barberot que incorpora dentro del repertorio<br />

académico todos los lenguajes conocidos de las culturas americanas,<br />

consagrándolos como instrumentos válidos para el diseño contemporáneo. Las Academias<br />

integrarán luego repertorios de una segunda línea, los que correspondían a las arquitecturas<br />

regionales de los distintos países europeos. El eclecticismo, de esta manera, es útil –y<br />

funcional– en la perpetuación del poder de las Academias, progresivamente disminuido<br />

ante el avance de las vanguardias en el siglo XX, y contribuye a mantener su predominio y<br />

su tutela intelectual sobre la disciplina en todo occidente hasta mediados del siglo XX.<br />

En el periodismo arquitectónico europeo ocupan cada vez un lugar más importante<br />

los temas históricos y la crítica artística. Desde la mitad del siglo XIX la percepción de los<br />

practicantes del “arte arquitectónico” es que se atraviesa una época de transición donde es<br />

difícil hacer arquitectura y predomina una visión negativa respecto de las posibilidades del<br />

arte en la sociedad contemporánea. En ese marco, las revistas especializadas, lo cual también<br />

se constata más tarde en el caso argentino, cumplían una doble función cargada de<br />

contradicciones: por una parte, buscaban convertirse en un medio eficaz para “educar al<br />

público” elevando la cultura arquitectónica con la difusión de “buenos” ejemplos; por la<br />

otra, al favorecer la difusión del eclecticismo también sirvieron para imitar y copiar, así como<br />

para mezclar estilos y tendencias en forma indiscriminada, favoreciendo la proliferación<br />

de “advenedizos” y “aventureros” en el campo.<br />

Este aspecto del problema del arte arquitectónico es significativo en relación con lo<br />

sucedido en Argentina: a diferencia del academicismo del XIX donde cualquier constructor<br />

hábil con un Manual o un Tratado podía reproducir los órdenes clásicos, el eclecticismo<br />

era una posición que requería de los practicantes una formación artística completa y<br />

adecuada; la mezcla, alteración y resignificación de numerosos y diferentes lenguajes for-<br />

17 Juan Bautista Lázaro, “El criterio artístico”, Revista de la Sociedad Central de Arquitectos, XI (1884), Madrid, p.202, citado<br />

por Isac, op. cit, p.196/ 197.<br />

La posición de Lázaro alude al desplazamiento de las teorías violletianas de restauración luego de la trascendente contribución<br />

de Camilo Boito en el congreso de 1883 (Congreso degli Ingegnieri e Architetti italiani)<br />

18 Luis Céspedes. “Correspondencia entre la arquitectura contemporánea y nuestro actual estado social”, en Arquitectura Española,<br />

I (1886), p.4., citado por Isac, op. cit, p.157.<br />

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