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Silvia Augusta Cirvini<br />

nas. Obviamente, nadie estaba dispuesto a escuchar esto en la década del ‘30 en Argentina;<br />

nos preguntamos, ¿quién era este anónimo C.S.S.? Es muy probable que no fuera arquitecto<br />

por dos razones, por un lado, porque el tipo de discurso no es técnico sino político<br />

e ideológico, y por el otro, el implícito desconocimiento de las reglas del campo que<br />

no permitían, ni siquiera desde las fronteras de la vanguardia, hablar a la corporación de<br />

este modo tan directo y sin eufemismos.<br />

Wladimiro Acosta afirma en 1932 que las “viviendas baratas” constituyen el 95% de<br />

la edificación europea de la posguerra. La tarea doctrinaria en la que el papel pedagógico<br />

de la revista Nuestra Arquitectura queda estipulado, está resumida en el lema: no basta con<br />

cambiar el exterior sino que “hay que cambiar el concepto de la vivienda”. Los editoriales<br />

de W. Hylton Scott dan cuenta de la evolución del problema habitacional, particularmente<br />

en Buenos Aires, pero con permanentes referencias al alcance nacional y al encuadre<br />

internacional del tema. El déficit, los caminos para superarlo en medio de la crisis que<br />

afecta a la industria de la construcción en esos años, la crítica de la acción estatal, etc. son<br />

algunos de los puntos que recurrentemente aborda la revista.<br />

En septiembre de 1934, el Nº 62 de Nuestra Arquitectura está dedicado al tema de<br />

la “vivienda popular” con una compilación de diferentes artículos, entre los que se destacan:<br />

el de E. Vautier donde realiza una crítica del Reglamento de construcciones con relación<br />

al tema, el de A. Vilar, quien aborda las dificultades de la práctica de las expropiaciones,<br />

y los dos de W. Acosta, en los que formula una caracterización general del<br />

problema en el primero y una evaluación crítica de las políticas estatales sobre el tema y<br />

de los logros alcanzados, en el segundo.<br />

En el artículo general, Acosta desarrolla lo que considera una de las dificultades centrales<br />

que ha llevado a la situación presente: el desinterés de la corporación en resolver un<br />

problema nuevo con criterios nuevos. Da una explicación desde el materialismo histórico,<br />

calificando el desinterés como una “actitud clasista” del arquitecto y a la Academia en<br />

el referente disciplinar del arte burgués:<br />

“Los sociólogos e higienistas han sido los primeros en denunciar la gravedad de este problema,<br />

que para los arquitectos –con pocas excepciones– pasaba inadvertida. El arquitecto,<br />

en su mayoría representante de la burguesía, dedicaba toda su actividad profesional<br />

a los problemas arquitectónicos de la clase rica. Muy rara vez se dignaba ocupar de<br />

la vivienda de la clase media, y casi nunca contemplaba la situación catastrófica de la<br />

casa obrera. A esta actitud clasista del arquitecto, se añadía la falsedad y confusionismo<br />

(sic) “estético” de la enseñanza académica, que condujo a la arquitectura del último siglo<br />

a una decadencia completa. Del divorcio entre el tema y la solución, entre la función<br />

y la forma, derivaron los esquemas muertos llamados “estilos” –tipos de disfraz histórico<br />

del edificio–. La vivienda se concebía, académicamente, como una<br />

monumentalización de su dueño. Claro está que, en estas circunstancias, la casa obrera<br />

no era bastante pomposa como para figurar entre los temas arquitectónicos oficiales. El<br />

arquitecto se iniciaba profesionalmente como retrógrado y conservador; estéticamente<br />

vivía en el pasado, lo que le quitaba la clara visión de las condiciones técnicas y socia-<br />

314 Wladimiro Acosta, “Vivienda mínima. El problema cardinal de la arquitectura contemporánea”, en Nuestra Arquitectura,<br />

Nº 62, septiembre de 1934, p. 42.<br />

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