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Silvia Augusta Cirvini<br />

ñar y no como fuente de inspiración. Por eso no es partidario de los “neos” en general, porque<br />

“no pueden resultar más que modas efímeras”. Rescata de la arquitectura colonial su<br />

valor educativo, su “buena voluntad” para responder a las necesidades que le dieron origen;<br />

el pasado es considerado como una lección de adaptación a los escasos recursos tecnológicos<br />

y económicos con que se contaba en nuestro medio. Ahora bien, lo que se pregunta<br />

Hary es si el colonial como arte y como arquitectura tiene el “poder germinativo” suficiente<br />

para iniciar el “Renacimiento argentino” que pregona. Tiene sus dudas al respecto. Para responder<br />

apela a su formación: sólo las obras clásicas, por su equilibrio y armonía estética, han<br />

podido provocar “renacimientos duraderos”. La visión de Hary es académica, científica (no<br />

olvidemos que su primer título fue el de ingeniero) y positivista, su adhesión al movimiento<br />

de búsqueda de una arquitectura nacional proviene de un convencimiento racional y no de<br />

motivaciones sensibles o románticas. Tanto Hary como Kronfuss 146 promovieron los viajes<br />

de estudio de los alumnos avanzados de la Escuela al interior del país; mientras Kronfuss estimulaba<br />

el acercamiento sensible a los edificios a través del paisaje, con la realización de croquis<br />

y acuarelas; Hary organizaba relevamientos minuciosos, tecnológico-constructivos de las<br />

obras, como por ejemplo, el de las bóvedas de la Compañía de Jesús en Córdoba.<br />

Hary destaca el valor de nuestras iglesias como la manifestación más elevada de la arquitectura<br />

colonial. “Sus plantas y combinaciones de bóvedas son clásicas –dice Hary– en la<br />

acepción educativa de la palabra. Se adaptan maravillosamente a los recursos del suelo, al clima<br />

y a las creencias religiosas, no sólo coloniales sino actuales. Debemos unirnos para defenderlas<br />

de toda restauración ignorante.” 147<br />

También expone en estos primeros escritos, dos cuestiones que al parecer ya circulaban<br />

en 1915 dentro del campo como nudos significativos del debate acerca de la arquitectura<br />

nacional. La primera se refiere a si los modelos donde hay que dirigir la mirada son los<br />

propios (Argentina) o los del resto de América Latina o España. Hary es conciso y claro, en<br />

lo nuestro no ve “poder germinativo”, pero respecto de los modelos hispanoamericanos advierte<br />

distancia:<br />

“El Cuzco o Lima, México o Toledo, nos son tan exóticos como La Meca. (…) El pasado colonial<br />

americano es de exclusiva incumbencia del historiógrafo, del literato o del poeta. (…)<br />

Al arquitecto no le inspiraría sino escenografía si quisiera aplicarlo prácticamente a nuestras<br />

necesidades actuales.” 148 (SC)<br />

“Os parecerá paradojal, pero os repito: a mi entender nuestra tendencia intelectual y nuestro<br />

futuro arquitectural se alejan más del Perú que de la misma España, y nos acercamos<br />

cada vez más a la tendencia latina predominante en Europa. La mentalidad de los virreyes<br />

del Cuzco, Potosí y Lima, nos parece contemporánea de los faraones…” 149<br />

La otra cuestión planteada, vinculada con la anterior, es la relación con la arqueología,<br />

146 La prensa da cuenta de la estrecha relación entre discursos y prácticas de estos dos docentes que tienen una visión completamente<br />

diferente del tema: mientras Hary publica su Curso de Teoría de la Arquitectura, acentuando la importancia<br />

de forjar una sólida formación clásica, Kronfuss estimula la inspiración, el desarrollo del talento a través de la observación<br />

y el dibujo artístico.<br />

147 Pablo Hary.“Sobre Arquitectura Colonial”, op. cit, p.12. El destacado aparece en el original.<br />

148 Ibídem, p.12. El destacado es nuestro.<br />

149 Ibídem, p.11.<br />

150 Ibídem, p.12.<br />

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