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Nosotros los Arquitectos<br />

rácter propio, (…) La misión del eclecticismo en el presente momento no es otra que la de<br />

iluminar las inteligencias…”. 11<br />

El Marqués de Monistrol, otro académico, definió la arquitectura de la época como<br />

una “máscara trágica” (figura retomada y difundida más tarde por Nicolaius Pevner) de la<br />

que no eran artífices los arquitectos sino la sociedad entera:<br />

“El espíritu de la duda, tanto en religión como en el arte, se ha apoderado del dominio<br />

público: se cree en todo y no se cree en nada (…) Ni siquiera se respetan los estilos que se<br />

adoptan; se les confunde y se les desfigura, y se les trastorna en sus disposiciones fundamentales.<br />

¡Y a esta verdadera anarquía se da el pomposo nombre de invención!” 12<br />

Según Arturo Mélida y Alinari (1899), las causas de la decadencia de la arquitectura se<br />

asentaban en el utilitarismo de la época, la desaparición del antiguo maestro de obras y el<br />

hecho de confundir la construcción con la arquitectura, lo que ponía en riesgo la consideración<br />

del arquitecto como artista. Arturo Mélida proponía dos puntos de apoyo para el<br />

resurgimiento arquitectónico: la belleza de la estructura “donde reside el verdadero clasicismo”<br />

y apuntar las búsquedas de una estética para los nuevos materiales, ambos tópicos<br />

ligados a la Ingeniería y a la vanguardia moderna.<br />

Las Academias reconocieron oficialmente la condición ecléctica de la arquitectura en<br />

las últimas décadas del siglo XIX, cuando la búsqueda de un estilo propio de la época evidenciaba<br />

un desajuste entre la oferta y la demanda. El desarrollo de la Arqueología había<br />

estimulado la metodología de la copia, principalmente a partir del gran desarrollo del goticismo.<br />

Es más, se hablaba de una “arquitectura arqueológica”, que legitimaba la imitación<br />

de “todos los estilos” del mundo conocido. Sin embargo, para los académicos, el desarrollo<br />

de la arquitectura contemporánea no podía limitarse a resucitar formas artísticas, lo cual<br />

hubiera sido renunciar a la idea de progreso continuo, y no hay que olvidar que en última<br />

instancia los académicos eran, ante todo, racionalistas:<br />

“Resucitar un arte que ha dejado de existir, porque dejaron de existir las condiciones sociales<br />

que lo reclamaron, es hacer una tentativa imposible, es luchar en vano contra la<br />

fuerza de las cosas, es desconocer la naturaleza de la sociedad, que tiende siempre y sin cesar<br />

al progreso por medio del cambio de las ideas” 13 (…)<br />

“No hay tanto para las artes como para las sociedades, más que un medio natural y legítimo<br />

de producirse: este es el de pertenecer a su siglo, vivir con las ideas del mismo, apropiarse<br />

de todos los elementos de la civilización que encuentran a la mano; y crear obras<br />

que les sean propias, tomando en lo pasado y escogiendo en lo presente todo cuanto pueda<br />

servir a su uso”. 14<br />

El Eclecticismo fue difundido en toda Europa a través de las revistas y los libros de<br />

modelos (patterns books), de tiradas cada vez mayores y de menor costo. También fueron<br />

importantes las publicaciones acerca de edificios históricos monumentales como producto<br />

del auge de la historiografía arquitectónica y del desarrollo disciplinar de la restauración,<br />

como campo de saber prestigiado, asociado a la arqueología.<br />

El Eclecticismo fue aceptado como un elemento de transición en espera del naci-<br />

12 Marqués de Monistrol, contestación al discurso de recepción en la ASF de Rada y Delgado, citado por Ángel Isac, op. cit., p. 79.<br />

13 Raoul Rochette, Consideraciones sobre la cuestión de determinar si es conveniente construir iglesias de estilo gótico en el siglo<br />

XIX, citado por Ángel Isac, op. cit., p. 24.<br />

14 Ibídem, p.25.<br />

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