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Silvia Augusta Cirvini<br />

miento de un estilo original y propio del siglo XIX. El problema del estilo ocupaba un lugar<br />

preferente en los debates de la época. Tanto Daly como Viollet le Duc consideraron<br />

que la principal tarea de los arquitectos de su época era resolver los parámetros técnicos y<br />

figurativos contenidos en el concepto de estilo, que permitiera hallar uno propio del siglo<br />

XIX. Sin embargo, una cierta homologación entre estilo y decoración / ornamentación<br />

condujo inevitablemente a la desvalorización de la arquitectura ecléctica por parte de sus<br />

contemporáneos y a desconocer su papel innovador en la resolución de los tipos funcionales<br />

modernos. Recién en 1910, Adolf Loos reconocerá por primera vez los valores de la arquitectura<br />

ecléctica afirmando que era falso e incorrecto aquello que se pensaba en el siglo<br />

XIX de que se carecía de estilo arquitectónico. Para Loos el estilo estaba escondido debajo<br />

de la ornamentación historicista, los edificios “desnudos” eran notablemente innovadores. 15<br />

Desde mediados del XIX, las Academias se ubicaron contra todo exclusivismo y dejaron<br />

la discusión abierta acerca del estilo más apropiado al siglo. Sin embargo es evidente<br />

que es la función la que rige los procesos de cambio, es la adaptación de las formas al destino<br />

de los edificios la condición necesaria e indispensable de adecuación a los “tiempos<br />

modernos”:<br />

“Estudiemos pues todos los estilos y las obras maestras de todas las edades, y de todas las<br />

naciones; pero tengamos muy presente que el primer elemento de belleza es la conveniencia,<br />

esto es la relación armoniosa del edificio con su destino especial y con todas las<br />

condiciones que le imponen su situación, la naturaleza del clima, y el estado de la civilización<br />

a la que pertenece; tomemos después, al crear un edificio, los caracteres generales<br />

de sólo tal o cual gran familia de monumentos, modifiquemos el tipo que de entre ellos<br />

hayamos escogido, imprimámosle un carácter particular, y apropiémosle en lugar de copiarle”.<br />

16 (SC)<br />

En la segunda mitad del XIX, la Arqueología marcha hacia un rigor positivista, apoyada<br />

por los resultados de una gran cantidad de expediciones, descubrimientos, excavaciones<br />

y restauraciones de ruinas y edificios monumentales. El conocimiento arqueológico se<br />

erige en paradigma historicista: hace renacer todo estilo del pasado al dignificarlo por su<br />

condición de histórico. La arqueología, como disciplina está ligada a la historia y a la conservación<br />

de monumentos, lo cual la ubica en una posición instrumental privilegiada en<br />

las políticas culturales de consolidación de la nacionalidad en diferentes países europeos.<br />

Asimismo, la Arqueología contribuye en el proceso de legitimación y resignificación de los<br />

estilos del pasado; sus trabajos y publicaciones constituyen un medio de difusión de los repertorios<br />

estilísticos, de motivos ornamentales, de edificios o partes de ellos. Por otra parte,<br />

la Restauración como práctica prestigiada dentro de la disciplina desde las mismas Academias<br />

contribuye a poner en circulación, en el debate arquitectónico, toda una serie de<br />

problemas vinculados con los materiales, técnicas y estilos del pasado:<br />

“La primera circunstancia que debe tener todo arquitecto, puesto al frente de una restauración,<br />

es respeto mutuo a lo hecho por todos los artistas de otros tiempos, sus antecesores;<br />

y subrayamos el todos, porque si algo bueno hay en el criterio de la época presente, es el<br />

creer que en todas las escuelas, en todos los estilos y en todos los tiempos, ha habido mu-<br />

15 Cf. Adolf Loos Ornamento y Delito (1910), citado por A. Isac, op. cit., p.34.<br />

16 Antonio Zabaleta. “Aplicación del arte antiguo al moderno. Sistemas opuestos. La Academia, la Escuela gótica, y los eclécticos<br />

de Francia”, publicado en El Renacimiento I (1847), pp.3/6, citado por Isac, op. cit., p.141. El destacado es nuestro.<br />

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