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Nosotros los Arquitectos<br />

producción europea. Sin embargo, la arquitectura moderna no es hegemónica, debió coexistir<br />

en la obra pública del Justicialismo con un neoacademicismo que combinaba escala<br />

monumental y grandilocuente con un clasicismo anacrónico 118 y con el pintoresquismo y<br />

el neocolonial de la edilicia pública menor y finalmente el californiano de los chalecitos de<br />

los barrios peronistas. El tema de la vivienda popular puso en evidencia uno de los tantos<br />

desencuentros entre los intelectuales y el gobierno justicialista, ya que todo lo debatido, todo<br />

lo producido en el plano teórico, todo lo revisado críticamente de la experiencia del período<br />

de la entreguerra europea, proceso llevado a cabo durante la década del ‘30 y parte<br />

de la del ‘40 –de lo cual las revistas dan cuenta– no fue prácticamente considerado a la hora<br />

de resolver el problema a través de los planes estatales, en especial el Plan Eva Perón.<br />

La creación de la Facultad de Arquitectura en la UBA en 1948, sobre la base de la<br />

Escuela existente indica claramente una bisagra de un antes y un después en la situación<br />

del campo disciplinar, en lo referente a la reproducción del “habitus” profesional a partir<br />

de la enseñanza. En el marco de la lucha por las posiciones al interior del campo, el hecho<br />

puede ser considerado un logro del Movimiento Moderno en la puja por desplazar definitivamente<br />

al Academicismo de la formación universitaria. 119 Este giro en la enseñanza universitaria<br />

habría de alcanzar a las otras Escuelas-Facultades (Tucumán-Córdoba-Santa Fe)<br />

que existían desde la tercera década del siglo y es la base de las nuevas que se crean a partir<br />

de una segunda camada moderna, por ejemplo en San Juan y en Mendoza (Tedeschi,<br />

Sacriste, Janello).<br />

El derrocamiento del gobierno justicialista en el ‘55 contribuyó a consolidar la posición<br />

de los “proscriptos” de la función pública y algunos autoexcluidos, en su mayoría enrolados<br />

en el Movimiento Moderno (Prebisch, Acosta, Bereterbide, etc.).<br />

El Movimiento Moderno habría de ser hegemónico en el campo disciplinar en nuestro<br />

país recién en la década del ‘60, cuando sus planteamientos más integrales y sus propuestas<br />

más ortodoxas habían sido llevados a la práctica en numerosas obras en todo el subcontinente,<br />

particularmente en Brasil, y cuando irónicamente entraba en crisis, en la teoría<br />

y en la práctica, en los países centrales. 120<br />

3.2. La arquitectura y arte nacionales<br />

3.2.1. El debate sobre la “arquitectura nacional”<br />

El lapso transcurrido entre 1910 y 1930 constituye un período de grandes transformaciones<br />

en la producción y la cultura arquitectónica de nuestro país, una bisagra entre el<br />

eclecticismo académico de fin de siglo, incuestionable hasta el Centenario y los albores de<br />

119 “El control ideológico de las facultades y escuelas de arquitectura aseguró al Movimiento Moderno una prédica sin contrapesos<br />

que definió la ruptura definitiva con el antiguo sistema: desde la quema pública de los libros de Vignola hasta la<br />

inflamada retórica del arquitecto como catalizador de los procesos sociales. Los arquitectos latinoamericanos transitaron<br />

por las certezas de lo que no querían y las ilusiones de una esquiva modernidad”. R. Gutiérrez. En: AAVV. Arquitectura<br />

latinoamericana del siglo XX, Grandes voces, Cedodal, Buenos Aires, 1999, p.130.<br />

120 Nuevamente América Latina es terreno de ensayo de propuestas europeas, es el reino de utopía donde todo aún es posible.<br />

Decía Le Corbusier a Victoria Ocampo en 1935 que quería volver a Buenos Aires a construir obras; “Probar algo. Eso<br />

es lo que importa. Demostrar construyendo. Europa está enferma, embrutecida. Buenos Aires puede hacer lo que hay que hacer:<br />

construir. (…) Esa es una meta útil, fecunda, una demostración. ¿Pero conferencias solamente, un viaje semejante para hablar<br />

tan sólo? No. Tengo cincuenta años. Es hora de demostrar…”, Le Corbusier citado por M. Gutman, “Le Corbusier en Buenos<br />

Aires (1929)”, en: AAVV. Sociedad Central de Arquitectos. 100 años de compromiso con el país, Cap. 5, Buenos Aires,<br />

1994, p. 127.<br />

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