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Nosotros los Arquitectos<br />

ración de ambas profesiones no se podía concretar por la oposición de los ingenieros que<br />

se ubicaban en posiciones claves tanto en la Facultad como en los cargos jerárquicos de<br />

la administración estatal, y que se resistían a perder sus privilegios. En su campaña interpela<br />

al Estado, las instituciones involucradas, los sectores dirigentes y los intelectuales<br />

en general.<br />

Se apoya entonces, en el reconocimiento que el mismo Poder Ejecutivo hizo de la<br />

separación entre las dos profesiones, al ordenar que la Sección Arquitectura del Antiguo<br />

Departamento de Obras Públicas pasase a depender directamente del ejecutivo, apoyándose<br />

en que la Arquitectura es una rama independiente de la Ingeniería. Sobre este logro<br />

pide más, que el gobierno que avanzó sobre el deslinde administrativo de las profesiones<br />

arbitre que “todos los puestos públicos, comisiones, los proyectos y dirección de obras<br />

arquitectónicas, las tasaciones, pericias, y demás trabajos pertenecientes a la profesión del arquitecto,<br />

se encomendasen exclusivamente a los Arquitectos y no a los Ingenieros Hidráulicos,<br />

de Vialidad, etc., como la confección de anteojos no se encomienda a vidrieros ó azogadores<br />

de espejos”. 15<br />

La crítica es mordaz y agresiva, el eje del deslinde: la formación artística. El autor<br />

afirma que una gran parte de los ingenieros “no ejercen su profesión sino una que no han<br />

aprendido, la que desprecian, aunque de ella viven, es decir la del Arquitecto”. Veamos entonces<br />

en qué puntos asienta la descriptiva del estado de la situación:<br />

• La “mala calidad” de la arquitectura pública y de una buena parte de los edificios<br />

privados por la intervención de los Ingenieros.<br />

• La injusta discriminación de los Arquitectos en las distintas funciones de la obra<br />

pública nacional, los concursos, las pericias, etc.<br />

• La concentración de cuatro profesiones en manos de los Ingenieros: la de Ingeniero,<br />

la de Arquitecto, la de Agrimensor y la de Maestro Mayor.<br />

• La complicidad de las autoridades en la convalidación de estas evidentes desigualdades,<br />

tanto en la Facultad como en el gobierno.<br />

Altgelt pone como contra-ejemplo la situación europea, en donde esta batalla ha sido<br />

librada y los Arquitectos tienen el lugar que merecen. Ahora bien, a quién responsabiliza<br />

en primer lugar de esta situación: a la Facultad hegemonizada por los Ingenieros:<br />

“La Facultad, que con tanto empeño defiende los intereses de los Ingenieros, hasta el extremo<br />

de habilitarlos para ejercer una profesión que no han aprendido, (…) dio título<br />

académico de Arquitectos a un número de simples artesanos, comerciantes, escribientes,<br />

de los cuales sabía, ó debió saber, que jamás habían hecho el más mínimo estudio en<br />

ninguna Academia del mundo. Así, no sólo rebajó a los competentes al nivel de los ignorantes<br />

diplomados, rebajó también el prestigio de la Facultad, cuyos diplomas deberían<br />

siempre ser garantía de competencia”. 16<br />

Señala que la formación de los arquitectos no es la adecuada porque está orientada<br />

por los ingenieros, e intenta aclarar “inexactitudes” y “confusión” con relación a la subordinación<br />

de una profesión a la otra (la Arquitectura “como rama de la Ingeniería”, el<br />

Arquitecto como un Ingeniero que “se quedó corto”):<br />

15 Carlos Altgelt. “Necesidad de deslindar”, en Arquitectura, Año V, Nº 59, noviembre de 1909, p.146.<br />

16 Ibídem, p. 150. La cita alude al Examen de competencia en Arquitectura que se realizó en la Facultad de Ciencias Exactas<br />

dando cumplimiento de la Ley 4416 sobre diplomas.<br />

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